Hace tiempo ya, un profesor mío me dijo que era como el Guadiana, que era muy irregular y que a veces desaparecía para volver a aparecer. Algo así está ocurriendo con The walking dead.
Cuatro capítulos llevamos de esta décima temporada que auguraba más acción que nunca y una guerra épica contra Los Susurradores. Todavía no ha llegado y cuando llegue estaremos preparados para una más que posible decepción. Otra más.
Y digo lo del Guadiana porque todo seguidor de The walking dead recuerda cómo la serie estaba agonizando hasta la llegada del famosísimo capítulo sangriento La calma anterior, penúltimo episodio de la novena temporada.
En él perdimos de una tacada a diez personajes, tres de ellos que, aunque eran secundarios, tenían un peso importante en la trama. Nos referimos a la líder de Hilltop, Tara; Enid; y Henry, que cuya relación con Lydia, la hija de Alpha, le ha salido bien caro.
Hasta este momento todo el mundo daba por perdida la ficción de AMC, pero este capítulo consiguió revivirla. Incluso se atrevieron a compararla con la Boda roja, de Juego de tronos por la brutalidad de sus escenas.
Han sido diez largas temporadas en las que hemos sido testigos de una de las mejores series de ficción de esta década, tanto en audiencia como en innovación. Sin embargo, y a pesar de todo el dolor del mundo, The walking dead no puede dar más. Y es algo que observamos en la finalización tras 16 años de la serie de cómics bajo el mismo título creadas por Robert Kirkman.
Desaparecer para volver a aparecer. Aparecer para volver a desaparecer. A partir de la sexta-séptima temporada este ha sido el leitmotiv. Recordamos grandes tramas como la de El Gobernador, la prisión, los caníbales, incluso la impresionante presentación de Negan y su bate Lucille. Esos capítulos creaban verdadero terror en el espectador. Era imposible parpadear ni un solo segundo porque si no uno sentía que se había perdido algo fundamental.
Los capítulos se hacían cortos. Odiabas verdaderamente a los villanos. Amabas y llorabas la pérdida de los protagonistas. Está muy bien la renovación de los personajes, algo que ocurría temporada sí temporada también en Juego de tronos, buque insignia de HBO, por ejemplo. De ahí la pérdida de pilares maestros de The walking dead como Carl, Maggie, Andrea, Glenn o Rick Grimes.
Ahora ya no existe esa tensión a pesar de haber introducido a Los Susurradores, que puede que sean los mejores villanos de TWD. Como comenzaba el artículo, llevamos cuatro episodios en los que lo más interesante que ha pasado ha sido conocer un poco del pasado de Alpha y el beso, nada creíble, entre Michonne y Ezequiel.
Y, a pesar de eso, siempre esperábamos que llegara ese giro de 180º que devolviera toda la magia que había perdido. La volvió a recuperar, como he comentado antes, pero tan rápido como vino se fue. ¡Por favor, estamos hablando de The walking dead, que precisamente no es una serie cualquiera!
Sin embargo, hay algo que me impide dejar de ver la serie. Ha crecido con mucha gente que esperaba ansiosa todos los domingos por la noche observar el devenir de nuestros queridos supervivientes en el apocalipsis. Es la nostalgia, y cuando este sentimiento aparece en el espectador de una serie, algo nos quiere decir.
Puede que sea el momento de dejar volar a la serie madre y crear un final acorde a la grandeza que se merece esta ficción. De momento, tenemos confirmado un spin-off protagonizado por dos chicas jóvenes en pleno apocalipsis; la renovación por una sexta temporada de la precuela de TWD, Fear the walking dead; la trilogía de películas del universo zombi protagonizada por Rick Grimes (Andrew Lincoln); y, por supuesto, la temporada 11 de TWD.