El fin de las vacaciones está a la vuelta de la esquina, así que muchos regresarán a sus puestos de trabajo. Algunos con el síndrome postvacacional, y quizás otros enfrentando problemas peores. El relato de transformación radical de Amy Jellicoe (Laura Dern) es el argumento principal de Iluminada (Enlightened) (2011). Una profesional del departamento de compras en una multinacional de productos de salud y belleza, que en medio de una situación de máximo estrés laboral, sufre un ataque de pánico.
Todo ello desencadena un obligado cambio profundo y radical en su vida. ¿Cómo alguien que estaba sumergido en el caos puede encontrar un mundo nuevo de posibilidades? Su historia pretende ser un testimonio esperanzador sobre una luz al final del túnel.
El punto de inflexión para Amy llega con un détox laboral, un despertar que le lleva a descubrir ‘un nuevo yo‘, alejado de ese entorno tóxico que amenazaba su salud mental. Este camino no es fácil: a veces implica desafiar las convenciones y normas sociales que limitan el bienestar psicológico. Algo muy similar a lo que vimos en la serie de Amor y Anarquía con su protagonista. En este caso, Amy busca encontrar energía positiva para afrontar un adverso entorno laboral y superar un estado emocional de decaimiento.
La meditación y el mundo del ‘coaching’ parecen haber sido su solución. En apenas tres meses, pasa de ser una ejecutiva quemada a abrazar un enfoque holístico. A pesar de que su empresa está inmersa en reestructuración y despidos, se reincorpora con una positividad renovada.

La readmisión de Amy es más una obligación legal que un acogimiento genuino. Es reinsertada en un departamento para marginados de la empresa, que recuerda un poco al ambiente de Severance, un entorno que contrasta con sus expectativas iniciales. Sorprendentemente apenas hace esfuerzos por mantener el control, no hay amenaza de furia desencadenada en ningún momento. Tras esos minutos de arranque de la serie envuelta en llanto y desolación, no era descartable una ira incontenible y derroche de venganza. Quizá incluso con una versión de Laura Dern desatada en modo Kill Bill o algo parecido…
En su intento por ser una persona mejor, se muestra demasiado intensa e incómoda para quienes la rodean. Tanto positivismo, buenas palabras e intenciones no parecen aceptables ni comunes. Es básicamente una pelma. El personaje que nos intenta mostrar la serie es como una especie de extraña sociolaboral (‘outsider‘), no encaja ni con sus allegados ni con los compañeros de trabajo. Pero por otro lado, no es raro empatizar con una buena persona que ha sufrido experiencias personales tan negativas como Amy.
Su exmarido (Luke Wilson) e incluso su madre no desean iniciar ese viaje hacia la recuperación que Amy les propone como ‘agente del cambio‘. Se ha otorgado el papel de guía espiritual de los demás. Por momentos, lo que más inquieta de la serie es que ofrezca una visión aparentemente ferviente y crédula del ‘coaching‘ y los libros de autoayuda. No parece haber ironía ni cuestionamiento sobre su efectividad limitada en los entornos corporativos o en la vida personal.
Amy está plenamente sumergida en su nueva religión del cambio y la superación, un mundo promovido por expertos en palabras vacías y batiburrillos de conceptos de todo tipo. Se marca el objetivo personal de implicarse de manera particularmente intensa por la conciencia medioambiental y la responsabilidad social corporativa. Quiere causar un impacto con sus acciones, colaborar con OeNeGés y la comunidad.
De cualquier modo, aunque no se comulgue con estas formas de autoengaño, se puede concluir que la historia de Amy es un recordatorio de la importancia de cuidar la salud mental. Si para algunos esta filosofía (algo barata) redunda en alivio y bienestar psicológico, bienvenido les sea. Eso sí, esta forma de desarrollo personal no es para todo el mundo, Amy…


