Título original: Madame Web
Año: 2024
Duración: 116 min
País: Estados Unidos
Dirección: S.J. Clarkson
Guion: Matt Sazama, Burk Sharpless, Claire Parker, S.J. Clarkson
Música: Johan Söderqvist
Reparto: Dakota Johnson, Sydney Sweeney, Isabela Merced, Celeste O’Connor, Tahar Rahim, Mike Epps, Emma Roberts, Adam Scott, Zosia Mamet, José María Yázpik, Kerry Bishé
Productoras: Sony Pictures, Columbia Pictures, Marvel Entertainment
Género: Fantástico. Acción. Ciencia ficción
Ficha completa en Filmaffinity
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Un maremoto de críticas negativas de Madame Web ha inundado Internet en la últimas horas. Con razón, por supuesto. Esta biografía arácnida —última apuesta de la extensión del universo Marvel supervisada por Sony Pictures— sigue la estela de Morbius, apuntando a convertirse en una película más interesante fuera de las salas (declaraciones delirantes del reparto y memes hiperbólicos de Twitter) que dentro (un largometraje asombrosamente tedioso). Cuesta asimilar el hecho de que, en plena crisis de las adaptaciones cinematográficas del género de superhéroes, se decida apostar por una historia donde los superhéroes queden en rotundo segundo plano.
En lo referente al pulso narrativo, Madame Web es indefendible. Cliché tras cliché se acaba tejiendo una red de secundarios sin ningún tipo de interés (¡pecado con un cast tan interesante!), acompañados por el villano con menos carisma del último siglo y unos diálogos que sólo pueden funcionar como ejercicio camp con ecos al cine de Tommy Wisseau. La película de S.J. Clarkson es incapaz de mantener un mínimo dinamismo, empujando al espectador a una origin story dispersa y tediosa (la antítesis de las dos Spider-verse) donde el autodescubrimiento no conduce a ningún tipo de clímax. Dakota Johnson, incómoda como superheroína pero a gusto como icono pop, aporta un poco de luz a un proyecto que huele más a ChatGPT que a sala de guión.
El poco carisma de Madame Web nace —paradójicamente— de su naturaleza imperfecta, más afín a la serie B que al blockbuster marca Marvel. El sentido arácnido convierte la película en una secuela apócrifa de Destino final (con referencia explícita incluida) de la misma forma que sus dantescos errores de montaje consiguen invocar involuntariamente a Maya Deren. Este tímido relato de viajes en el tiempo consigue recordar en su humildad —es decir, en sus toscos efectos visuales— a las propuestas familiares de Robert Rodríguez o a la cinta de superhéroes que hubiera dirigido el James Wan de Saw. Porque sí, esta es una película ambientada en 2003 que parece haber sido filmada en 2003.
Parece mentira, pero he visto más a Sam Raimi en Madame Web que en muchísimas de las adaptaciones Marvel de imagen real de los últimos años (a excepción, por supuesto, de las dirigidas por el propio Sam Raimi). En su torpeza, este olvidable episodio de la filmografía superheroica consigue tener más personalidad que muchas innecesariamente interconectadas secuelas. Si una de las peores películas que se han estrenado en los últimos meses aporta más frescura al universo Marvel que sus últimos proyectos es porque hay algo que no acaba de funcionar. Yo lo tengo claro: ¡necesitamos a Howard the Duck más que nunca!