Tengo que reconocer que este camino que he comenzado me está saliendo caro. Ya no me quedan pañuelos por casa y en el supermercado he conseguido incluso que lo suban de precio. Es un sinvivir. Pero debo ser consecuente con el propósito que me he marcado y seguir adelante, por muchos sentimientos que puedan aflorar. Hoy traigo mi primera incursión en una serie de anime con la cual creó que todavía mantengo una sonrisa.
La primera canción que escuché de Amaral me retrotrae a mis cuatro o cinco años. Aquellos versos de Sin ti no soy nada que recuerdan al momento más potente de la tendencia Emo me hicieron preocuparme en demasía por la persona que cantaba aquello canción. Mi sorpresa llegó años después cuando pude escuchar una de mis canciones favoritas en la actualidad y que te deja un mood de lo más alegre. Siempre la había conocido como Son mis amigos pero resulta que no, que su nombre original es Marta, Sebas, Guille y los demás. En cualquier caso, una canción divertida y optimista que incluso te puede llevar a pensar que tienes amigos.
Justo la misma sensación que te deja Anohana. En los primeros minutos de esta ficción te das cuenta de que, con gran seguridad, vas a acabar llorando a moco tendido o, al menos, te vas a emocionar con algún momento de la serie. El personaje de Menma te pone sobre aviso y la dinámica entre el resto del elenco lo refuerza. Anohana es una serie que rezuma amistad por todos sus poros. Una real, verdadera pero no idílica. Durante diez capítulos la serie te marca la historia de ese grupo de amigos, como tuvieron su época más intensa donde estaban siempre juntos hasta el momento en el que Menma murió para, posteriormente, convertirse casi en unos desconocidos. Es sorprendente como siendo una serie con claros toques fantásticos, consigue anclarse en la realidad más cotidiana.
Pero Anohana no sólo va de la amistad y de como siempre se puede volver a recuperar. Porque entonces llega el último capítulo, donde todo acaba por romperse. Es un final que te coge por sorpresa, no lo ves venir y detroza todas las perspectivas que tienes. Te encariñas con sus personajes y entonces les ves como realmente son. En realidad, es algo que siempre ha estado ahí pero lo has achacado a la mala suerte, a algo puntual que podría haber sido completamente diferente. Pero no. Anohana habla sobre la culpa y el resentimiento, las heridas que nunca llegan a cerrarse y permanecen latentes, incluso con aquellos que más queremos. La idea de resarcirse que, al final, acaba resultando algo casi imposible.
Y digo casi porque la serie acaba dejandote la sonrisa que aún mantengo a día de hoy. Un final que emociona por todo lo construido anteriormente, por la identificación que adquieres con cada uno de los personajes, en especial, con Jintan. Porque al igual que el no quiere que Menma se marche, tu no quieres que esos personajes se vayan. Anohana es una serie hecha para despertar en el espectador sus mejores sentimientos sin dejar de lado aquellos no tan buenos que pertenecen al ser humano. Interpela directamente al receptor de esta historia y le lleva a sus mejores recuerdos sin necesidad de idealizarlos. A mi, personalmente, me llevo a pensar en quienes son mis amigos, en las horas que pasábamos en la calle o en la Fcom. En que, por encima de todas las cosas, serán mis amigos.