Crítica – ‘Milagro en Praga’

Título original: “Prijde letos Jezísek?”

Año: 2013

Duración: 82 minutos

País: República Checa / México / Eslovaquia

Director: Lenka Kny

Guión: Hana Cielová, Karolína Dubová, Daniela Fischerová, Lenka Kny, Jan Rudovský

Música: Paulino Monroy

Fotografía: Alexander Surkala

Reparto: Josef Abrhám, Aislinn Derbez, Dolores Heredia, Igor Chmela, Pablo Cruz, Danica Jurcová, Ursula Kluková, Pavel Kríz, Radúz Mácha, Václav Postránecký, Natálie Rehorová, Marian Roden, Libuse Safránková, Daniela Schmidt, Oldrich Vlach

Productora: Blue Time / Fábrica de Cine / Machete Producciones / Synergia Film / Trigon Productions

Género: Comedia. Romance.

Tarde de domingo, calurosa. No tienes demasiado que hacer, ni tampoco mucho que perder. Te encuentras la cinta Milagro en Praga en tu casa. Te preguntas a ti mismo: «¿Valdrá la pena?». Esta coproducción checo-mexicana (más checoslovaca que azteca, todo hay que decirlo) es un arma de doble filo según el espectador(a) a la que se muestre.

El film es una comedia romántica de ambientación navideña, en escasas ocasiones simpática de forma natural, bañada por una fuerte religiosidad católica. Todos los protagonistas son fieles seguidores de la Iglesia, o simpatizan con su buena obra. Un gran recurso de atracción al público, si éste empatiza con su causa. Si por el contrario, uno es ajeno a cualquier fe o no cree en los milagros, raramente (por no decir imposible) conectará con el alma de la película. No por la distancia epistemológica entre individuo y producto, sino por lo pésima forma en la que está presentada y contemplada hacia el público.

Uno pierde la cuenta del número de tramas que se van sucediendo en los primeros minutos de película. La cara de este Papá Nöel es la misma que la nuestra al visionarla.

Los primeros minutos de cinta empiezan a trompicones, y no es que nos augure una continuación esperanzadora. Da la sensación de que tiene bastante prisa por empezar, presentándonos atropelladamente unas secuencias en México que no alcanzan los cuatro minutos en pantalla, y acto seguido nos facturan en avión rumbo a la República Checa. La intención de crear un contraste entre el sol y calor mexicanos y la fría y gris Praga no da resultado en absoluto. No llegamos a empatizar con el ambiente latino de la península del Yucatán lo suficiente como para sentir afecto por una de las ascendencias de la protagonista (su devota madre), ni para sentir ese viaje que emprende la familia.

Es tal la velocidad que alcanza la película en sus primeros 10 minutos, que pasa de ser un montaje relativamente agradable a una sucesión sin sentido de escenas, personajes y tramas, sin un orden específico ni lógico. Llega un punto en el que es bastante complicado discernir qué personaje pertenece a cada trama, lo que complica más aún nuestra empatía para con ellos.

Pero no todo son malas decisiones en el film, y esto se produce (como expresa en cada momento de la película) con la llegada, simbólicamente religiosa, del bebé abandonado. Este suceso no sólo dota a la cinta de una pizca de estabilidad, reduciendo la celeridad que ha tomado, sino que además presenta al mejor actor de la cinta: Marian Roden. Roden interpreta al portero del edificio que encuentra al niño. Solitario, depresivo y ajeno a las circunstancias, resulta ser la interpretación mejor trabajada del filme, y no creamos que por el efecto de «en el mundo de los ciegos, un tuerto es el rey», sino porque resulta de las más creíble, transparente y simpatizante. El dolor familiar, su cara de sorpresa ante el descubrimiento y la redención en su decisión al respecto son el único elemento de la ficción que consigue atravesar la pantalla y hacernos sentir.

Pese a que el reparto cuenta con una fuerte carga femenina que se agradece, la calidad interpretativa de las dos protagonistas roza la nulidad absoluta.

En definitiva, Milagro en Praga es una suspensa, insulsa y aburrida película, que hará las delicias de una persona calmada, que no busca el drama y que no ahonde en las especificaciones técnicas del largometraje. La elección de las dos protagonistas reside en sus respectivas procedencias y en la habilidad bilingüística de Aislinn Derbez, pero no en sus interpretaciones, bastante deplorables, y más en comparación de la realista ofrecida por Marian Roden. Las tramas no merecen consideración; la «disneyzación» de la historia provoca que riamos ante la ausencia forzada de drama y que no encontremos otro entretenimiento en ella que buscar cuántas cosas están mal en cada frame.

Lo mejor: La interpretación de Marian Roden.

Lo peor: Es tan insostenible desde su primer minuto y excusa argumental, que se derrumba antes si acaso de que se construya.

NOTA: 2/10.