Título original: Amy
Año: 2015
País: Reino Unido
Director: Asif Kapadia
Música: Antonio Pinto
Productora: Playmaker Films / Universal Music
Género: Documental
¿Quién fue Amy Winehouse? Para algunos, una chica problemática, alcohólica y drogadicta. Para otros, una incansable fuente de talento que se apagó demasiado rápido. ¿Y qué si fue todo eso junto, pero con matices? Conocer a alguien es entrar en matices y con Amy Winehouse no iba a ser menos. Es entrar en millones de ellos.
En ‘Amy. (La chica detrás del nombre)’ el director Asif Kapadia (‘Senna’) no sólo trata de mostrarnos estos matices, si no, además, dibujar una explicación. Una explicación de dos horas en la que se trata de demostrar la infelicidad de una joven que se fraguó durante años y que desembocó en el peor de los finales.
Alejándose de otros documentales, en ‘Amy. (La chica detrás del nombre)’ todos los testimonios realizados son grabados de forma oral, sin necesidad de que nadie salga “dando la cara”. ¿Por qué? Porque la absoluta protagonista es y debe ser Amy. Si bien los distintos comentarios proferidos por sus familiares y conocidos acaban desapareciendo, lo que no lo hacen son sus letras, su música. Durante todo el recorrido de esta parte de su vida, sus canciones son un personaje más que se plasman en la pantalla mientras resuenan de una forma magistral tal y como Winehouse nos tenía acostumbrados. Y es que escuchar a Amy cantar mientras explica el significado de lo que canta y por qué lo canta es un gran acierto que pueden disfrutar las personas que no sean fans pues, poco a poco, muestra cada vez más de las entrañas de esta singular artista. Para los fans, desde luego, puede ser lo mejor de la cinta.
Por otro lado, si hay algo que ha llamado más la atención que sus canciones han sido sus adicciones (por desgracia). En ‘Amy. (La chica detrás del nombre)’ te señalan sin titubear al «culpable» de la vorágine de drogas y alcohol en la que se vió envuelta: su ex-marido, con el que tuvo una relación realmente tormentosa por la que se dejó llevar por puro amor. Además, la figura del padre de la cantante también es subrayada como el causante de sus idas y venidas mentales, pues la abandonó para luego volver y aprovecharse de su éxito, llegando a negar que su hija necesitara rehabilitación en la primera recaída. Amy les profesa un enorme amor a ambos hombres. Todo esto puede ser intuido o conocido por cualquier espectador, pues a fin de cuentas es lo que «vende» de la película. Pero, ¿qué pasa con sus problemas alimenticios? Amy sufrió bulimia desde los 15 años, tal y como se explica de pasada en el documental y que al final es mencionado una o dos veces más. ¿Es que no interesa hablar sobre su desorden alimenticio tanto como sobre su problema con las drogas y el alcohol? Puestos a «conocer» a Amy lo suyo sería conocerla en su totalidad. Lo mismo sucede con su depresión, aunque es cierto que es algo que se recalca más pues era lo que le impulsaba a escribir sus canciones.
En ‘Amy (La chica detrás del nombre)’ observamos a Amy crecer y somos cómplices del humor y carisma de los que hacía gala en cada momento (feliz) de su vida. Con gran naturalidad, el documental nos lleva a conocer situaciones desconocidas de la artista que harán sonreír a más de uno hasta llegar a los peores y finales momentos de su vida. Éstos, los más conocidos por el público, llegarán a hacer un nudo en el estómago a más de uno por el trato final al que se vio sometida la británica por parte de los medios de comunicación: el acoso y las risas a su costa fueron constantes en sus últimos meses de vida si bien todo esto no le impidió ingresar varias veces en centros para tratarse sus adicciones de forma voluntaria.
El documental peca en ocasiones de ser algo amarillista (al fin y al cabo, los últimos años de la artista lo fueron) pues escarba demasiado en los problemas en vez de resaltar mucho más sus logros. Pese a todo, no resulta molesto pues se hace de forma discreta y no llega a faltar a la memoria de Winehouse.
En conclusión, ‘Amy (La chica detrás del nombre)’ trata de recuperar la vida desconocida de una artista mundialmente conocida de una forma muy correcta. El buen uso de la música de Winehouse no hace más que querer escuchar más de la joven británica que, si nos ponemos románticos, podemos alegar que tuvo un horrible e injusto final motivado por el (caótico) amor incondicional de la artista.
Why do I wish I never played
Oh what a mess we made
And now the final frame
Love is a losing game
Lo mejor: sus canciones durante todo el documental son una auténtica maravilla.
Lo peor: lo mal que se trata el tema de su desorden alimenticio.
Puntuación: 8/10