‘Better Call Saul’: Y Saul sigue sin contestar el teléfono

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Esta semana ha finalizado la segunda temporada de ‘Better Call Saul’ y ha pasado ya un tiempo más que prudencial para poder sentar a la hermana pequeña de ‘Breaking Bad’ en el banquillo y poder juzgarla. El spin off  del idolatrado personajillo de Saul Goodman nos llegaba hace poco más de un año en un momento de apremiante necesidad y aterrizaba en nuestras vidas en pleno proceso de desintoxicación de Walter White y compañía. ‘Breaking Bad’ había acabado, y nosotros, fieles adeptos,  necesitábamos una buena dosis de aquel universo que tanto nos había maravillado.

Y el universo que cayó ante nosotros era el mismo, el que ni habíamos pedido ni requerido, pero el que de pronto necesitábamos. Volvió el árido desierto de Nuevo México, y volvieron las estremecedoras miradas de aquellos capos de la mafia hispana. Volvieron los planos picados y los planos detalle, los fundidos y las magníficas transiciones. Volvió Tuco Salamanca y volvió Mike. No había duda. ‘Breaking Bad’ no se había ido por completo. Todos los ingredientes estaban en la receta, preparados para ser cocinados con la acostumbrada maestría. Con Vince Gilligan al frente, podíamos esperar un vuelo de de gran altura y vertiginosa velocidad.

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Pero, ay, el avión estaba perezoso y quedó deambulando por la pista de aterrizaje.

Un spin off nunca es fácil. La sombra de la serie mater siempre persigue y las comparaciones son demasiado dolorosas. Grande y triste es el cementerio donde se hallan enterrado todos aquellos spin off que recibieron una muerte fulminante. ‘Better Call Saul’ no va a ser enterrado ahí. Es una gran serie. De lo mejor que hay ahora en televisión. Partamos de esa base. Se ha apartado lo suficiente de ‘Breaking Bad’ como para no quedar aplastado por su titánico pie y tener su mundo propio, y a la vez , su distancia es la idónea para atrapar a los nostálgicos y necesitados de dosis que mencioné al inicio.

No obstante, aún en su indudable calidad técnica, aún en su incréible atractivo visual, ‘Better Call Saul’ falla en definirse a sí misma. Con muchos palos de ciego y poco paso firme, la historia de cómo Saul Goodman cobra vida se nos presenta insegura, con trazos nerviosos. Aún tras 23 episodios, nos preguntamos qué está pasando. ¿Cuál es la motivación de Jimmy McGill, nuestro pre-Saul interpretado por Bob Odenkirk? ¿Por qué nos cuesta empatizar con él? Porque tanto él como la propia historia falla en definirse a sí misma.

Ritmo lento, pausado, entre papeleos y firmas de abogados, ‘Better Call Saul’ pierde todo lo trepidante de ‘Breaking Bad’. Ay las comparaciones. ¿Y qué le hacemos? Walter White se definió en cuarenta minutos, y fuimos de su mano a través de su tremenda evolución. Jimmy/Saul parece que rechaza nuestra mano. Ni nos coge el teléfono. Su viaje es una continua montaña rusa, con desinflada intensidad.

No, no critico su ritmo lento como causa de este desequilibrio. Critico que tal ritmo no parece conducir a ningún sitio. Historias inconexas, subtramas incompletas…¿de qué va ‘Better call Saul’? Cuesta definir esta serie en una frase porque ni ella misma se ha definido aún.

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Pero hablemos de cosas alegres. Porque cada segundo de Jonathan Banks como Mike Ehrmantraut es oro puro, porque en cada escena nos sumergimos en una magnífica fotografía poco frecuente en televisión, porque Jimmy nos ha conquistado aún sin definirse, porque Chuck – con la genial interpretación de Michael McKean – es uno de los personajes secundarios mejor trabajados que hemos visto en años, porque Patrick Fabian como Howard Hamlin es lo más parecido a un maniquí vivo que pueda existir, porque el potencial está ahí y sólo falta un estallido y unas cuantas pautas que definan todo este conglomerado, y porque…¿he mencionado a Mike?. Es igual, se merece muchas menciones este señor.

Respondimos a la llamada de Saul sin dudarlo. Pero al llamarle nosotros, nos tiene en espera y aún no nos ha cogido la llamada. Tal vez sea porque está pensando en qué decirnos cuando descuelgue el teléfono. Tal vez esté en su minúsculo despacho, tirándose de los pelos y dándole vueltas a qué nos va a decir. Porque sabemos que hay calidad. Con el final de esta segunda temporada parece que ya falta menos para que Saul Goodman nos coja la llamada. Y esperemos que lo que nos diga nos deje pegados al auricular del teléfono.

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