Título original: Kød & Blod
Año: 2020
Duración: 88 min.
País: Dinamarca
Dirección: Jeanette Nordahl
Guión: Ingeborg Topsøe
Fotografía: David Gallego
Música: Puce Mary
Reparto: Sandra Guldberg Kampp, Sidse Babett Knudsen, Joachim Fjelstrup, Elliott Crosset Hove, Carla Philip Røder, Besir Zeciri, Henrik Vestergaard Nielsen, Sofie Torp, Omar Shargawi, Benjamin Kitter, Maria Esther Lemvigh, Marie Knudsen Fogh, Frida Sejersen
Productora: Snowglobe Films, Radio (DR), Det Danske Filminstitut, Filminstitut FilmFyn
Género: Drama | Familia | Intriga
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Al final todo queda en familia. En este caso lo bueno, lo malo y sobre todo lo peor. Ida (Sandra Guldberg Kampp) es una joven de escasos 17 años que cuenta ya con un trágico recorrido vital. Huérfana reciente queda bajo la custodia de unos familiares de lo más tóxico, su tía (Sidse Babett Knudsen) y sus particulares primos. Los de planificación familiar de los servicios sociales daneses no parecen dar una.
Una especie de versión sintetizada ‘nordic-noir‘ del cuento de la Cenicienta, muy alejado de cualquier atisbo de cuento de hadas. La pobre Ida se ve atrapada en esta familia desestructurada con sus tres primos, a cada cual peor. Expertos en el malvivir, guiados y consentidos por una manipuladora matriarca.
Otra de esas películas a encuadrar dentro de un subgénero particular, el del cine nórdico destinado a desmitificar la felicidad y la idealización de esas sociedades. En este ambiente tóxico familiar no cabe perfección escandinava alguna. Nada de casas minimalistas ni diseño escandinavo. Realidad y bien cruda: crimen, delincuencia y desorden afectivo.
Lástima que la (in)acción resulte algo anodina. Demora en exceso para desentrañar detalles de la escasa intriga que propone. En los primeros 45 minutos se muestra un poco insulsa e inconexa. Se va intuyendo un desencadenante que rompa la monotonía pero se hace de rogar demasiado. Media película abusando de silencios prolongados e intrascendentes. Por ello, engancha algo tarde. Quizá en un intento fallido de sutileza narrativa.
A pesar de todo ello, la interpretación de las dos actrices principales es bastante solvente. Canalizan la historia mediante sus personajes. Es el caso de Sidse Babett Knudsen (Borgen). Está correcta como absorbente y ascendente tía y matriarca. Regula a su antojo tanto las relaciones afectivas de sus hijos y parejas, cuanto organiza los pormenores de ese dudoso negocio familiar que regenta.
Por su parte, Sandra Guldberg Kampp aparece siempre hierática, de mirada perdida, absorta y dubitativa con respecto de ese ambiente familiar tan inquietante. En ese sentido su papel es convincente y creíble. Parece prometer esta jovencísima actriz. Hasta ahora inédita salvo en sus pocas apariciones en series danesas, alguna de cierto relumbrón como la The Rain.
Menos mal que el componente psicológico de los personajes consigue rescatar la película. Muestras de amor seguidas de desprecio o violencia, o el contraste entre experiencias vitales tan dispares como el nacimiento y la muerte. Una confrontación de sensaciones para acentuar ese desequilibrio en el plano emocional. Los grandes altibajos estallan en esta familia de naturaleza bipolar. En buena parte modulados por esos lazos familiares y dependencia que genera la matriarca.
Una pena que ese vaivén de emociones se nos muestren prácticamente en el tramo final de la cinta y en las escenas finales, y no mucho antes.
Wildland se estrena en cines este 23 de abril, y disponible en la plataforma Filmin.
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Lo mejor: cómo se reflejan los desequilibrios emocionales en el seno de esta familia tóxica, y el papel destacado de las dos protagonistas femeninas.
Lo peor: una excesiva lentitud que impide engancharse completamente, ni siquiera con un aceptable tramo final de vaivenes.
Nota: 6/10