Yo votaría a Bette Porter pero en blanco a ‘The L Word: Generation Q’

Hace dos meses se estrenaba oficialmente en Estados Unidos la secuela de una de las series que lleva dando de qué hablar hace más de una década. Regresó The L Word, con una serie de cambios, personajes nuevos, una trama adaptada a la diversidad de esta época y un nuevo nombre The L Word: Generation Q.

Bette Porter (Jennifer Beals), Alice Pieszecki (Leisha Hailey) y Shane McCutcheon (Katherine Moening) regresaron a la bulliciosa ciudad de Los Ángeles, y muchísimas personas con ellas. En el artículo anterior hice hincapié sobre lo que había supuesto esta ficción hace una década, teniendo esto presente hay que fijar unas bases, ¿qué ha traído esta ‘nueva’ temporada?

Principalmente dos generaciones. Por un lado, la continuación de las grandes estrellas, las pioneras de la visibilización del colectivo LGTB y, por otro, a la nueva generación. Y como no podía ser de otra forma, en las diferencias reside la riqueza de lo nuevo de la directora Ilene Chaiken, escenas arriesgadas, explícitas y trayendo a la palestra temas que aún cuesta recibir desde el otro lado de la pantalla como la menstruación y el sexo, los prejuicios hacia las personas trans o menopausia.

En su conjunto, la trama se ha desarrollado de forma progresiva, sabiendo escoger los momentos pasivos en los que necesita renombrar o traer a la acción a personas o referencias de la serie original, como es el caso del nuevo pub de Shane, un mensaje de Helena Peabody en el móvil, que Tina haya regresado. Con todo esto, es imposible analizar The L Word: Generation Q como una historia global, porqué, aunque estén correlacionadas las personas tienen un núcleo independiente.

  • Las reinas del The Planet

Bette se presenta a alcaldesa de Los Ángeles, Shane vuelve a la ciudad con ganas de empezar de 0 y con una vida amorosa un tanto inestable, ¿irónicamente novedoso?, Alice se ha convertido es la estrella del programa que siempre quiso, suena bien, pero cada una tiene una vida diferente a la que conocíamos. Sorprendentemente, y como cualidad, apuntaría que las tres conservan intactas sus esencias, la única novedad es que Shane ha madurado y no nos saca tanto de quicio como antaño. Bette mantiene su papel de mujer independiente, fuerte y triunfadora, y durante la temporada se muestra su relación con la pequeña Angie que ha crecido y se encuentra en plena adolescencia, una subtrama que enriquece, indudablemente, al personaje de Bette. Beals brilla en cada escena, en cada diálogo, y sigue siendo la líder de The L Word, no obstante, sus sentimientos, muchas veces políticamente incorrectos, nos llevan a conflictos, aunque a otros niveles, que recordamos de las temporadas anteriores, como expresar sus sentimientos por Tina o pretender que vive en un idilio.

Alice, por su parte, reafirma sus convicciones, y las nuestras, una mente adelantada incluso en la fecha de emisión de esta revelación televisiva, ahora, vive con su novia, que tiene dos hijos, y está divorciada, la trama da un giro y la periodista menos sutil de L.A se ve envuelta en un trío, explorando la poligamia con mucha picaresca y emotividad, como la propia Alice.

  • Los nuevos queer

Las tramas de Shane, Bette y Alice son una oda dedicada a la añoranza y cariño que miles de fans han hecho llegar al equipo fielmente durante años. Y siendo realistas, son el queso de una no del todo certera trampa de ratones porque es aquí cuando entra la nueva generación, y por un momento vemos similitudes, empezamos a hablar de homónimos, ¿o es que la actitud ejecutiva de Dani Núñez (Arienne Mandi) no es la de exdecana Bette Porter?, ¿y si hablamos de Shane y su falta de autoestima debido al abandono de su padre y la relación que tiene Sarah Finley (Jaqueline Toboni) con su familia?, ¿el dinamismo de Sophie Suarez (Rosanny Zayas)? El de una as del entretenimiento de los medios de comunicación de masas, totalmente Alice.

Y a pesar de todo esto son completamente diferentes, esos parecidos hacen que nos quedemos frente a la pantalla, son sangre nueva y tienen problemas reales y actuales, viven su sexualidad en plena libertad, es atrevido y dinámico, pero no tiene fondo, ni sentido.

Parecía que, aunque los nuevos protagonistas partieran de una base común y conocerse crearían vínculos, historias y mucho drama con los cientos de personajes que se puede cruzar uno andando por el barrio o tomando una copa en el bar de ambiente habitual, todo señalaba a esto en los primeros cinco capítulos y de pronto, aparece una relación amorosa entre ellos, cerrando el coto. De forma individual, la trama de Micah Lee (Leo Sheng), un chico trans que comienza una relación seria, pareciendo que solo es así para él, sin duda, hay un avance en cuanto a la T en esta temporada, una reconciliación con la visibilidad de hace 10 años, pero queda mucho, muchísimo que contar.

Se me ocurren muchas razones por las que darle una oportunidad a la próxima temporada, si la hubiera, porque espero que las reinas del The Planet continúen reincorporándose al reparto original, y que la desición de guion sobre los nuevos queer solo permita que el grupo se amplíe y podamos conocer más caras nuevas. La crítica está en una balanza ocupando las mismas razones el por qué sí ha valida la pena la vuelta de esta mítica serie y el por qué las fórmulas del éxito deben mantenerse intactas.

Nota: 6

Lo mejor: los antiguos personajes.

Lo peor: el argumento del último episodio, que afecta al conjunto de capítulos.