Fotograma de "Vitalina Varela"
Fotograma de "Vitalina Varela"

‘Vitalina Varela’, vidas en sombra

Más de un año después de que Pedro Costa conquistara el Festival de Cine de Locarno con su última película, llega a nuestras salas Vitalina Varela, película que tuve la suerte de ver en la Filmoteca de Catalunya con la presencia en un coloquio del propio director portugués. En las próximas líneas trataré de mostrar porqué es necesario que, en estos tiempos de incertidumbre para las salas, apoyemos el arte libre y atrevido.

Costa vuelve al barrio de películas como No quarto da Vanda (2000) y Juventude em marcha (2006) para, en esta ocasión, presentar el duelo de una mujer viuda. Es esta una película en la que el reconocible estilo de Pedro Costa (planos muy sostenidos en el tiempo, claroscuros, un acting cuasi apagado) se encuentra en una de sus cotas más altas, sublimado conceptualmente en todos los personajes y dramas que desfilan ante el espectador a lo largo de dos horas. Desde la propia Vitalina hasta un cura a cuya parroquia ya no acude nadie, a todos los personajes de esta película les recorre una sensación de final del camino, de pérdida irremediable. Unas vidas que han sido caminar entre sombras, olvidadas en unas calles que parecen subterráneas, con el constante intento de emerger de la oscuridad hacia la luz.

Fotograma de "Vitalina Varela"
Fotograma de «Vitalina Varela»

Si en Juventude em marcha se nos presentaba la construcción del barrio a través de los ojos de Ventura en Vitalina Varela se muestra, de manera más sutil, más desesperada, el final, y los visos de reconstrucción, de la mano de Vitalina. Naturalmente, al escribir estas líneas, pienso en el monumental plano final (y la escena que le precede), toda una lección de memoria y de reconstrucción, de observar el camino recorrido para poder caminar hacia adelante.

Que Pedro Costa es uno de los directores más interesantes e importantes del cine de los últimos 30 años (y figura capital para entender las posibilidades del digital) es algo que ya había quedado patente con sus anteriores obras. Vitalina Varela nos muestra, una vez más, que el director portugués es fiel a los principios que le han llevado a ser una de las miradas más originales del cine de este siglo. Busquen, por favor, la sala más cercana a ustedes que proyecte esta (y es de justicia usar estas dos palabras) obra maestra y manden un claro mensaje de lo que los espectadores quieren y necesitan: más cine que nos abra los ojos a nuevas formas.

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