Trilogía del Cornetto: «la de zombies» (I)

Aquí comienza un serial de tres artículos dedicados a la laureada, no oficial y popularmente denominada «Trilogía del Cornetto» del director británico Edgar Wright y encabezada por los carismáticos Simon Pegg y Nick Frost como dúo inamovible. Tres películas que no comparten continuidad narrativa pero sí almas entrelazadas. Obsesiones que tanto Wright como Pegg solían compartir, así como alocadas tramas centradas en sus protagonistas, en las que las historias se construyen a partir de los personajes y no al revés. La primera de ellas en estrenarse, en el año 2004, fue Shaun of the Dead (titulada Zombies Party en España).

Entre Edgar y Simon, escribieron una película que pretendía ser una parodia de algunas de las más celebres películas del género zombie como La noche de los Muertos Vivientes (1968), o, sobre todo, Dawn of the Dead (1978), ambas de George A. Romero. Pero, a diferencia de otras cintas cómicas con estas intenciones, también le otorgaron un cierto realismo a la forma en la que se presenta la amenaza. De hecho, llega a ser incluso una cierta crítica a las masas y su inactividad (al principio cuesta identificar quién es un muerto revivido y quién no, como vemos en el siguiente plano). Por cierto, vienen spoilers.

La pasividad de los ciudadanos confunde al espectador sobre su naturaleza de seres vivos.
La pasividad de los ciudadanos confunde al espectador sobre su naturaleza de seres vivos.

Edgar Wright suele estar marcado por su estrafalario estilismo visual a la hora de narrar con imágenes. Desde luego, no se puede decir que pertenezca a la nouvelle vague. La cámara, su angulación y el zoom se mueven y usan indistintamente para crear un imaginario rápido y tremendamente potente. No obstante, esto es una manera más de contar lo que realmente le interesa, que es representar el arco evolutivo del protagonista, Shaun. Es a partir de su personalidad de la que nacen los diferentes elementos que conforman la narrativa de este film.

Shaun se define en la película como una gran manifestación del prototipo de hombre normal. Aburrido, rutinario y carente de toda emoción más allá de saber qué le toca comer a medio día. Tiene un trabajo monótono y siempre frecuenta los mismos lugares (el bar de siempre y su sillón). Sin embargo, Shaun sabe que si quiere ser feliz (si es que existe algo remotamente similar), debe hacer un giro en su manera de vivir. Pero nunca le llega el momento de arriesgar y dar ese vuelco que sabe que necesita. Por tanto, toda la trama va a orbitar alrededor de este deseo de cambio.

No solo los acontecimientos están escritos en base a Shaun, sino también sus compañeros de aventuras. Ed (Nick Frost), su compañero de piso, es la viva imagen de la decadencia que Shaun sabe que le espera si no realiza un cambio. Despreocupado, alejado de toda responsabilidad, Ed vive el día a día sin preocuparse de su futuro o incluso necesidades fisiológicas básicas. Por contraposición, su otro compañero de piso, Pete, es responsable, ambicioso y con una gran estabilidad laboral y emocional. Es decir, convive con los dos extremos posibles a los que puede llegar a dirigirse. El cielo y el subsuelo.

Cuando su novia finalmente se decide a cortar con él, queda claro que Shaun no podrá cambiar a no ser que algo muy extraño ocurra en su entorno, algo que le obligue a madurar forzosamente. Por lo que sea, el alzamiento de una plaga de muertos vivientes no parece un mal desencadenante.

zombies
Shaun luchará por sobrevivir y salvar a sus seres queridos, lo que le obligará a madurar.

Aunque parezca una locura que una manada de zombies sean los elegidos para poner patas arriba la vida del protagonista, es en realidad un elemento muy bien escogido. Estos muertos revividos representan la mayor debilidad de Shaun, y aquello que debe desafiar para evolucionar: personas que se desplazan sin voluntad, autómatas movidos únicamente por el hambre e instintos muy básicos. Sin otro objetivo que sobrevivir en su entorno.

A partir de esta premisa, todo son elecciones difíciles para él. Evitar la completa transformación de su madre en otro de esos zombies, teniendo que asesinarla para que no sufra o elegir a sus amigos y seres queridos por encima de otras personas de la calle. Todo ello, por supuesto, en clave de una comedia liviana y que no busca la carcajada, sino el buen rollo y que el espectador pase un buen rato mientras observa las vicisitudes de este hombre promedio.

Un elemento clave en esta comedia de situación será el running gagEste es un recurso humorístico en el que se repite la misma broma en diferentes contextos para hacer reir. Sin embargo, aquí Wright lo usa para definir personajes y mostrar el paso del tiempo, ya que repite elementos del principio en la recta final, y muestra cómo los personajes reaccionan distinto a dichos elementos cómicos en comparación con su pasada forma de ser.

Como se puede comprobar, esta Zombies Party es mucho más que una comedia tontorrona. Es inteligente, graciosa y verdaderamente bien estructurada en términos de guion. Demuestra que se puede utilizar el humor para reflejar estados vitales, así como subvertirlos. El humor británico es tan titánico que posee mucho más que los Monty Phyton para brillar y hacer crítica social.

Pinche aquí para leer la segunda parte del especial.