‘Malasaña 32’, y los tópicos del cine de terror

Título original: Malasaña 32

Año: 2020

País: España

Dirección: Albert Pintó

Guion: Ramón Campos, Gema R. Neira, Salvador S. Molina, David Orea

Reparto: Begoña Vargas, Iván Marcos, Bea Segura, Sergio Castellanos, José Luis de Madariaga, Iván Renedo, Javier Botet, María Ballesteros, Rosa Álvarez, Concha Velasco

Productora: Warner Bros. España

Género: Terror | Basado en hechos reales. Sobrenatural. Casas encantadas. Años 70

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Malasaña no siempre fue el barrio moderno y con alquileres a precios desorbitados que conocemos hoy en día. La película de Albert Pintó nos traslada al barrio madrileño en los 70, antes de la gentrificación; durante los últimos años del franquismo, cuando la capital se presentaba como un lugar lleno de oportunidades. Con un piso maldito, un fantasma al acecho y una familia sola ante el peligro, Malasaña 32 nos presenta los tópicos del terror que ya conocemos de sobra.

Una familia se muda a Madrid, con la intención de alejarse de las habladurías del pueblo y empezar una nueva vida. Tras vender todas sus cosas, llegan a su nuevo hogar en la calle Malasaña número 32, emocionados por esta nueva oportunidad que tienen delante. Sin embargo, pronto cosas extrañas empezarán a suceder en su piso, lo que hará que la ilusión inicial se convierta en terror.

Malasaña 32 intenta seguir la estela de Verónica (Paco Plaza, 2017) a la hora de hacer un retrato costumbrista de la época. Destaca aquí el diseño de producción al recrear un ambiente espeluznante en un hogar antiguo y polvoriento, donde los espejos y las fotografías antiguas dan un toque más siniestro; a esto también ayuda la excelente dirección de fotografía de Daniel Sosa Segura. Los elementos que podrían resultar nostálgicos e inocentes, como la peonza o el juego del “veo veo”, se tornan aterradores, al igual que el programa de La abuela Cleta se convierte un nuestro particular Candle Cove.

Fotograma de 'Malasaña 32'
Fotograma de ‘Malasaña 32’

Volviendo a las referencias, la película de Pintó usa el recurso de la casa encantada que recuerda a Expediente Warren y posee elementos propios del universo de James Wan. Porque, aunque Pintó sabe llevar perfectamente la tensión y el suspense a través de esos movimientos de cámara, Malasaña 32 está plagada de topicazos del cine de terror. Recurre constantemente a jump scares, subidas de volumen y sonidos estridentes para conseguir sobresaltar al espectador, lo que hace que, después de unos cuantos, resulte hasta molesto.

En cuanto a las actuaciones, la dirección de actores es brillante. Una de las gratas sorpresas es Concha Velasco encarnando una versión española de Elise Rainier (Insidious). Sin embargo, destaca, sobre todo, Begoña Vargas, quien asume el papel de hermana mayor y que sueña con ser azafata de Iberia. Cada uno de los personajes lidia con la idea de adaptarse al nuevo escenario que tienen delante, una ciudad donde prima el individualismo y a la que tienen que seguir su ritmo desenfrenado. Por lo que la familia tiene que enfrentarse a dos cosas: al fantasma que habita en su casa y a la gran ciudad, donde tratan de olvidar sus propios fantasmas del pasado.

Fotograma de 'Malasaña 32'
Fotograma de ‘Malasaña 32’

Retomando la tensión y el suspense, un claro ejemplo de que Pintó sabe dominarlos se encuentra en la secuencia inicial, en el que se muestra el ritmo que seguirá la película. Sin embargo, aunque cargada de clichés propios del género, la película se desenvuelve de manera correcta hasta la recta final, que es cuando parece que corre prisa por tratar de justificar todo lo anterior. En un intento de dotar al discurso de un toque más político, una idea que se podría haber desarrollado a lo largo de la película, queda un final atropellado y abrupto.

Malasaña 32 cae en la repetición de recursos que hemos visto miles de veces en otras películas, no es para nada original; sin embargo, consigue tener un acabado decente y eficaz.

Lo mejor: la recreación de un retrato costumbrista de la época y La abuela Cleta como una versión hispana de Candle Cove.

Lo peor: cae en los clichés propios del género y recurre constantemente a los jump scares.

Nota: 6/10