‘Juego de Tronos’ no es ‘Canción de Hielo y Fuego’

Se acerca el estreno de la sexta temporada de Juego de Tronos y los fans de la saga literaria, mientras rezan para que George R.R. Martin no muera antes de terminar la última novela, afilan sus cuchillos para criticar a la serie por su cada vez menor fidelidad a los libros. Entiendo que no conseguiré apaciguar a la bestia con este artículo, pero, por lo menos, lo intentaré.

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«Os invito a descansar en esta mullida cama mientras veo el capítulo de esta semana».

Puede que con este llamamiento a la calma y la cordura me granjee periodos de soledad extrema, ya que, sí, tengo amigos que se encuentran entre esa horda de lectores enfurecidos con David Benioff y D.B. Weiss porque están destrozando los libros de Canción de Hielo y Fuego y yo me dispongo a decirles que dejen al resto de la humanidad ver Juego de Tronos en paz. Porque no, adaptar no significa reproducir fielmente. Podríamos debatir la cuestión en un juicio por combate, pero nuestra querida Real Academia de la Lengua Española evitará que entrañas de arena y sangre de montaña sean derramadas. En el diccionario de la RAE podemos encontrar estas cinco acepciones para el verbo «adaptar»:

  1. Acomodar, ajustar algo a otra cosa.
  2. Hacer que un objeto o mecanismo desempeñe funciones distintas de aquellas para las que fue construido.
  3.  Modificar una obra científica, literaria, musical, etc., para que pueda difundirse entre público distinto de aquel al cual iba destinada o darle una forma diferente de la original.
  4. Dicho de una persona: Acomodarse, avenirse a diversas circunstancias, condiciones, etc.
  5. Dicho de un ser vivo: Acomodarse a las condiciones de su entorno.

Aunque podría haberme quedado solo con la tercera acepción, que es la que se refiere directamente a la adaptación de una obra, me parecen interesantes también las palabras «ajustar», «acomodarse» y el sintagma «funciones distintas». Nadie puede discutir que cuando se pasa del papel a la pantalla hay que acomodar y ajustar formatos y lenguajes; el cine y las series no se dicen igual que la literatura, no tienen los mismos mecanismos narrativos. También hay que tener en cuenta la información que puede asumir un espectador no es igual a la información que puede asumir un lector, pues el canal a través del cual se transmite el mensaje también afecta a la correcta asimilación.

Podríamos hacer una lista de transformaciones necesarias que los diferentes guionistas han ido introduciendo, pero no es ese mi objetivo. Creo que todos estaremos de acuerdo, por ejemplo, en que sería imposible introducir a todos los señores de todas las casas que aparecen nombrados en los libros, sería tedioso seguir todas las ensoñaciones de Bran, y nos escandalizaríamos si viésemos a Khal Drogo forzar a tener relaciones sexuales a una niña de treces años. Sí, os hablo de Daenerys. En las novelas tiene trece años cuando se casa con el dothraki y no es lo mismo que te digan que un personaje tiene trece años a que te lo muestren. Así, la mayoría de personajes jóvenes aparentan más edad en la pantalla de los que realmente tienen. Y esto se decidió cuando la serie todavía estaba enfocada a un público objetivo muy definido, pero tras el enorme éxito mundial que ha supuesto el fenómeno Juego de Tronos hemos podido observar adaptaciones en el contenido que me atrevería a decir que tienen bastante que ver con que ahora nuestras madres también estén enganchadas a la pugna por el Trono de Hierro. Desde que se han reducido las escenas de sexo y violencia explícita mi madre respira más tranquila. No digo que no siga habiendo desnudos, escenas de cama, muertes violentas y sangre, solo que las introducen de una manera más sutil y con menos frecuencia.

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«¿Cuántos años dices que tengo?»

Me dice una amiga que ella entiende que haya modificaciones, pero que el problema de Juego de Tronos es que los productores dijeron que iban a adaptar los libros y que por cuestiones meramente económicas y comerciales han seguido las tramas sin tener en cuenta los libros, pero que, claro, ella puede ver la serie sin tener en cuenta los libros . No obstante, entiendo que como lectora le fastidie ver que cada vez la ficción televisiva se aleje más de la historia de Canción de Hielo y Fuego. Recuerdo cómo odié que la película Harry Potter y la Orden del Fénix eliminara unas aproximadamente cuatrocientas páginas de libro, pero si lo miro con perspectiva, entiendo que era completamente imposible introducir casi mil páginas en dos horas de película. Puede que a algún director se atreviera a componer un filme de seis horas, pero había que ser realista, el público objetivo eran jóvenes acostumbrados a sus píldoras de gran pantalla de no más de dos horas. ¿Tiránico? Puede. Estamos hablando de un producto cultural altamente comercial, y las necesidades de los receptores/consumidores condicionan el resultado final, que luego puede ser bueno, pasable o una verdadera porquería, pero esa no es la cuestión. Lo mismo sucede con Juego de Tronos, no pueden sacrificar a los millones de espectadores que siguen exclusivamente la serie porque los lectores sientan que se maltrata a su querida saga literaria.

Adaptaciones que no sabíais que lo eran

El problema de Juego de Tronos es el enorme fenómeno fan, no solo de la serie, sino también de los libros, lo que genera asperezas que, por cierto, entiendo que a los productores les encantarán, pues los fenómenos de la cultura popular se sustentan gracias al boca a boca, la polémica y la rumorología. Sí, supongo que con esta afirmación habrá quien me acuse de rebajar a cultura popular a Canción de Hielo y Fuego y Juego de Tronos. Bueno, les diré que «cultura popular» no es nada malo. Si aún así os sigue pareciendo ofensiva la calificación quizás deberíais leer Apocalípticos e integrados, de Umberto Eco. Pero sigo, que me desvío del tema.

¿Sabíais que Jurassic Park está basada en la novela homónima de Michael Crichton? Si sois fans de la ciencia ficción más hard o unos frikis de la saga, puede que sí lo supierais. Sin embargo, para el resto de los mortales Jurassic Park es la película de Spielberg. ¿Queréis saber más? El director adaptó la novela de una manera bastante libre. La diferencia con Juego de Tronos es que Michael Crichton no acumulaba suficientes fanáticos de sus obras para que sacaran las horcas y las antorchas a la calle (también tiene bastante que ver la extensión del uso de internet en esta ecuación).

«¿Cómo que soy una adaptación? Pensaba que era único».

Nos encanta El castillo ambulante de Miyazaki, ¿verdad? Pues el director japonés no respetó demasiado la novela con el mismo nombre de Diana Wynne Jones. Y eso que en Reino Unido y Estados Unidos se promocionó a bombo y platillo que era la adaptación de esta obra literaria, muy famosa entre el público joven. Creo que nadie me dirá que Miyazaki se burló del trabajo Diana Wynne Jones y todos estaremos de acuerdo en que El castillo ambulante nos sigue haciendo soñar cada vez que la vemos.

«Pero es que el prestigio de Spielberg y Miyazaki les autoriza a hacer libremente su trabajo. Además, ninguna de esas dos novelas tienen tantos seguidores como Canción de Hielo y Fuego», puede que me dijeran algunos. Vale, os voy a poner un ejemplo que, además, me toca de cerca porque es mi libro favorito: Orgullo y Prejuicio, de Jane Austen. Estamos hablando de una de las grandes obras maestras de la historia de la literatura. Si quisiéramos enumerar las veces que se ha adaptado al cine y a la televisión y la cantidad de obras de todos los formatos que se han basado en la novela de mi querida Jane no acabaríamos nunca, la lista es infinita. El diario de Bridget Jones (primero el libro y después la película) está basada en Orgullo y prejuicio y os podría hacer una lista de signos que relacionan la historia de Elizabeth Bennet y la de Bridget Jones.Y es que, ya lo decía Iuri Lotman en su teoría de la semiosfera, que vivimos en un mundo de signos interrelacionados (os animo a que le echéis un vistazo al término «semiosfera», muy importante para entender el maravilloso mundo de las adaptaciones).

La semiosfera simbólica que orbita alrededor del texto original (fundante lo llamaría Lotman) que es Orgullo y Prejuicio es tan inabarcable que, a veces, nos perdemos en los signos y olvidamos la novela original. Yo misma, si no la releyera a menudo, acabaría creyendo que el señor Darcy (con la cara de Colin Firth, por supuesto) salía empapado de un lago con un camisón como única indumentaria y eso no sucede jamás en la novela, por poner un ejemplo muy simple.

El fenómeno Juego de Tronos es tal que, en pocos años, acumulará a su alrededor una semiosfera tan ingente que, en muchas ocasiones, hará imposible que recordemos si un dato lo vimos en un capítulo de la serie, en un cómic, en la precuela cinematográfica sobre el derrocamiento de Aerys Targaryen o en el musical teatro Siete reinos y un destino. ¿Vamos a analizar todas y cada una de las adaptaciones y transformaciones de Canción de Hielo y Fuego? Por mi parte pienso disfrutar tranquilamente de la serie y la criticaré si en algo me parece que falla o se tambalea, pero no voy a provocarme dolor de cabeza pensando que no se parece a lo que pasaba en los libros.

 

A la espera de nueva temporada

El debate sobre el destino de cierto personaje no ha parado desde que vimos los títulos de crédito del último episodio de la quinta temporada, así es como funciona la cultura popular. Los nervios están a flor de piel y la HBO no deja que el fuego se apague. Cada cierto tiempo nos suministra pequeñas píldoras como el teaser que hizo explotar internet hace unos días o un galería de imágenes muy sugerentes. Solo nos queda esperar al 24 de abril, tanto a los apocalípticos lectores como a los integrados (sí, hoy es un día para dedicarle guiños a Umberto Eco).