Había pocas pantallas…y parió Apple

Apple se suma a una guerra del streaming que satura aún más de oferta un mercado que es ya inabarcable

Imaginemos una mesa con diez comensales y una tarta en medio. Un delicioso postre que todos quieren probar. Pero mientras se frotan las manos, llegan tres tartas más. Y luego otras tres. “No podemos comer tanto. ¡Vamos a explotar!”, exclamarían. Y con razón. Algo así, metáforas aparte, está sucediendo con las plataformas de contenidos audiovisuales. Siguen llegando tartas a la mesa, y crecen en número, pero los comensales son los mismos. Apple, y su recién anunciado servicio integrado de streaming por el que producirá y emitirá series y películas originales es una tarta más puesta sobre la mesa.

Todos quieren ser como Netflix. Quizá la empresa fundada por Reed Hastings ha prendido mecha a un detonante del que aún no conocemos alcance. El mercado de pantallas ha pegado un salto sin precedentes. Pero, ¿hacia dónde?

La noticia de que Apple se une al ring de contenidos audiovisuales bajo demanda se suma a la esperada plataforma que surgirá de Disney tras la multmillonaria compra por 71.300 millones de dólares de 20th Century Fox, a la inyección de dólares con los que Amazon Prime reforzará sus producciones propias y a la apuesta de Hulu por nuevos contenidos.

Así, mientras Disney se arma con los derechos de Star Wars (con próximas series como The Mandalorian), y Marvel (producciones basadas en superhéroes como Loki), Amazon Prime saca pecho con la muy esperada mega producción de El Señor de los Anillos, Hulu le saca punta a Stephen King con Castle Rock y Netlix afila su adaptación de la conocida saga de videojuegos The Witcher.

Mientras, HBO tiembla, y ha entrado en una crisis de identidad de no fácil solución. Se habla ya de una “netflixicación de su oferta; es decir, cantidad sobre calidad, para mantenerse viva en esta cruenta batalla por nuestra atención.  La dimisión del presidente de HBO, el histórico Richard Plepler, por la fusión de Time Warner (matriz de HBO) y de AT&T no es casual. Plepler era uno de los responsables de la consolidación de HBO como referente de calidad de sus producciones. Los Soprano, The Wire e incluso Juego de Tronos aterrizaron en nuestras vidas durante su cargo.

Así, con todo, no salen las cuentas. La diferenciación y la apuesta por contenidos propios y originales es ahora la baraja que todas estas plataformas usan para sacar ventaja en una partida sin claros ganadores – no parece casual tampoco la cancelación por parte de Netflix de producciones ajenas como Jessica Jones -. La simple distribución comienza a no ser rentable y se ve claro el camino hacia la producción por cuenta propia, para así controlar toda la cadena.

Pero hay un problema. ¿Está el mercado, y nosotros, los consumidores, preparados para esta escalada de contenidos? La producción propia requiere una rentabilidad alta; una rentabilidad que puede no lograrse con un público tan dividido. Esta avalancha de contenidos obliga a fraccionar nuestra atención, a apostar por unos y dejar otros, a disimular en las charlas en clase o el trabajo sobre las últimas series porque no has podido ponerte al día. La competencia sí que está dando sus frutos y sin duda ha elevado el listón y los niveles de exigencia de un público cada vez menos paciente. Pero, no todos pueden ganar.

Hace unos días, el guionista Javier Meléndez afirmó en Twitter: “Juego de Tronos nació antes de la guerra del streaming. Puede que sea la última serie que cale en la cultura popular”. Será, en efecto, tremendamente improbable que surja, entre tanta oferta, una serie que se convierta icono popular con una influencia global del tamaño de Juego de Tronos, a pesar de la paradoja de que hay más que nunca y con una proyección internacional nunca vista antes. Pero si todos quieren su Juego de Tronos, quizá por eso nadie lo tendrá.

No hay tantos comensales en la mesa como para comer todas las tartas. Y ay si alguien quiere probar la de chocolate y la de queso al mismo tiempo. Alguna tendrá que volver a la cocina. O peor. Acabar en la basura. Y a ver quién paga la cuenta.