Downton Abbey, es el momento de decir adiós

«It’s time to say goodbye», canta Sarah Brightman en el emotivo trailer de la última temporada. Es el momento de decir adiós a Dowton Abbey, que el 25 de diciembre nos regalará su último especial de navidad. 

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[Este artículo puede contener SPOILERS de la sexta temporada, sigue leyendo solo bajo tu curiosa responsabilidad]

El 25 de diciembre Downton Abbey se despide definitivamente de su audiencia con un especial de navidad que todos los que la hemos seguido fielmente durante seis años esperamos y tememos a partes iguales. Y es que, aunque queremos nuestro final épico, uno que nos ponga los pelos de punta y nos haga sacar el pañuelo, tenemos miedo de no superar la pérdida de unos personajes por los que tanto hemos sentido (amor y odio). No queremos que nos abandonen.

No es este sentimiento de pérdida algo raro porque, pese a quien le pese, son personajes de soap opera dentro de una trama argumental característica del género. El objetivo de este tipo de producciones es enganchar al público y hacerlo empatizar con los personajes, o bien odiar a las némesis de estos personajes a los que ama. No obstante, pocas soap opera pueden presumir de tener el diseño de producción impecable de Downton Abbey, pocas soap opera pueden decir que cuentan con uno de los mejores elencos de la televisión británica (por no pillarme los dedos y decir que el mejor), un elenco premiado en varias ocasiones con los máximos galardones que pueda obtener una ficción televisiva; pocas soap opera pueden decir que tienen un guión coherente y sin agujeros, un guión que, aunque aparentemente sencillo, debe conjugar muchas historias entrelazadas. Eso sí, no  os voy a decir que la historia tenga un trasfondo nivel series de culto, no, solo tiene una capa de interpretación, no busquéis más allá.

Sin embargo, una sola capa de interpretación no significa que sea una historia trivial, para nada. A lo largo de seis temporadas, junto a los amores y desamores, los dramas y las risas, la serie de Julian Fellowes nos ha presentado situaciones que nos han hecho plantearnos muchas cosas, eso sí, todas bien claras, ninguna insinuada de manera subliminal. Un buen ejemplo de esto es toda la historia de Thomas, uno de los sirvientes. Lo odiábamos, ¿verdad? Sin embargo, los guionistas poco a poco nos han ido descubriendo el trasfondo de un personaje acomplejado cuya única arma de defensa es la intriga, su muro de hielo. Thomas, para quien no lo sepa, es homosexual, una condición que a principios de siglo XX era inaceptable. Esta represión genera un personaje complicado, un personaje cuyas acciones algunas veces no tienen justificación, pero que se respaldan en el rencor que siente hacia el mundo que le dice que no puede ser como es, que no es algo natural. Cruel, muy cruel.

Historia de un hundimiento

He dicho que Downton Abbey no tiene distintas capas de interpretación, pero quizás me haya pillado los dedos, también puede ser que yo vea dragones donde no los hay. La cosa es que para mí la serie es la historia de un hundimiento y me gusta pensar que los guionistas no comenzaron al azar la serie con la tragedia del Titánic. La abadía representa el buque insumergible de la sociedad de clases, de las familias de aristócratas y de los grandes terratenientes, que temporada tras temporada se desmorona poco a poco.

Por cierto, ya hace algunas temporadas nuestro querido Kit Harington “Snow” criticó duramente a la ficción de la BBC porque alegaba que hacía apología de la diferencia de clases, un modelo obsoleto. Jon Snow, yo me atrevería a decir que sabes poco, otras dirían que no sabes nada. Sinceramente, creo que hasta el público con menos nivel cultural puede distinguir la ficción de la realidad, me sorprende que no confíes en nuestro criterio, querido Kit. Es el mismo criterio que aplicamos los espectadores de Juego de Tronos para no aceptar que las cosas se solucionan cortando cabezas.

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Arriba y abajo como símbolo de la sociedad de clases.

Incisos e inquinas a parte, no sé si los guionistas lo hacen a propósito o no, pero lo cierto es que han ido creando un hundimiento, una ruptura anunciada. Donde mejor se observa es en la línea que divide abajo de arriba. Me explico. En la dos primeras temporadas los sirvientes y los señores estaban separados claramente por la escalera que baja a la planta del servicio y sube a la gran mansión. Cuando comienza la I Guerra Mundial esta separación desaparece, la abadía se convierte en un hospital en el que sirvientes, soldados (de alto y bajo rango) y señores compartían los mismos espacios. Y así como después de una guerra las sociedades ya nunca son las mismas que fueron antes del conflicto, esa separación absoluta comenzó a difuminarse. Porque no se trataba solo de la separación física, la escalera es el símbolo de la desigualdad de clases. Sin embargo, comenzamos a ver sirvientes que estudian, sirvientes que parten en busca de un futuro mejor, sirvientes que acaban convertidos en cargos importantes dentro de la sociedad. En la última temporada, de hecho, ya casi no quedan criados y vemos cómo la aristocracia tiene que luchar por poder mantenerlos.

El final que espero

Con esta progresiva desaparición de fronteras simbólicas lo único que le queda a Julian Fellowes por hacer es cerrar las puertas de Downton Abbeysímbolo de un cambio de época, símbolo del fin de la sociedad estamental. Y no es que quiera que nuestra familia aristocrática favorita tenga un final trágico, no. De hecho, espero que puedan encontrar un lugar en el cambiado mundo que les ha tocado vivir.

«The world is changing», sentenció lady Edith en algún capítulo de la última temporada. Ella es la que mejor define la adaptación de la rancia aristocracia a la nueva sociedad. Es inteligente y es independiente, su personaje es uno de los más trágicos de la serie, pero ha sabido encontrar el camino de la felicidad contra la adversidad. En el último capítulo pudimos presenciar un momento que pensábamos que acabaría con la relación de las hermanas Crawley (lady Mary y lady Edith) para siempre. Lady Mary, el personaje con más claroscuros, capaz de lo mejor, pero también capaz de lo peor, provocó la separación de su hermana y su prometido. Todos los espectadores esperan que por fin Lady Edith tenga su final feliz, que acabe pasando por el altar, al igual que su hermana. Sin embargo, hace unos días Laura Carmichael, la actriz que da vida a Edith, respondía en una entrevista que no creía que el final feliz de su personaje fuese el altar. Y ahí fue cuando lo vi claro: para que la ruptura sea completa lady Edith no puede casarse, debe ser feliz siendo la madre soltera que es ahora, viviendo con su hija en el apartamento de Londres y dirigiendo la revista. Lady Edith representará el nacimiento de la mujer moderna que no necesita de un hombre para poder abrirse camino en la vida.