Cuenta atrás para Hollywood: Inglorious Basterds (2009)

El batacazo comercial y artístico del doble pase Grindhouse deja a Tarantino moralmente tocado. Su próximo proyecto es un guión sobre unos soldados judeo-americanos infiltrados en la Francia nazi cuya misión es facilitar, asesinando a altos dirigentes del movimiento fascista, el desembarco del día D. La historia revolotea la cabeza del director desde poco después del estreno de Jackie Brown y de hecho es el libreto que comienza inmediatamente después de la adaptación de la novela de Elmore Leonard. Recae en que la idea puede que se salga de un presupuesto corriente y decide centrarse en Kill Bill, dejando a un lado Inglorious Basterds.

Rehuyendo estrenar una nueva película en salas, fragmenta el guión en capítulos para rodarlo como una miniserie de televisión. Cuando la decisión está más que tomada, su amigo, el también guionista y director Luc Besson, le convence de que le dé una última oportunidad al cine porque, en sus propias palabras, «eres de los pocos directores por los que salgo de casa, me compro una entrada y me siento en una sala. No soporto la idea de seis años sin verte en una pantalla grande». Tarantino acepta el consejo de su compañero, pero los problemas no acaban ahí: el personaje del coronel-detective Hans Landa es tan complejo, tanto a nivel actoral como idiomático, que fracasa estrepitosamente en todos los castings, hasta que a tres días de cancelar el plan de rodaje, aparece un actor austriaco llamado Christoph Waltz que no sólo habla alemán, inglés, italiano y francés, sino que su vis interpretativa es digna del Olimpo actoral.

El rodaje es estresante, intenso y tiene un tiempo y presupuestos muy limitados, pero Tarantino, en su línea, no deja de repetir las escenas una y otra vez y se toma su tiempo para hablar con actrices y actores entre toma y toma. Llega a sugerir a Diana Kruger, que interpreta a la doble agente y actriz Bridget von Hammersmark, estrangularla con sus propias manos bajo la supervisión de expertos para que la interpretación en la escena de la asfixia sea lo más realista posible. El clímax final con el cine ardiendo en llamas sufre un problema de previsión y la temperatura es sensiblemente mayor a la esperada, lo que casi provoca un incendio real en el estudio.

La interpretación de Hans Landa le valió a Christoph Waltz un Óscar a Mejor Actor de Reparto en 2010.

Pese a lo caótico y surrealista de todo el proceso de producción, Inglorious Basterds supone la vuelta de la que podemos considerar la obra maestra perdida del ya extinto Tarantino de los noventa.

Inglorious Basterds es una copia descarada de otras dos del género bélico: The Dirty Dozen de Robert Aldrich y Quel maledetto treno blindato de Enzo G. Castellari, siendo esta última traducida en Estados Unidos como… Inglorious Bastards. El título original de la película de Tarantino era el mismo que el del primer capítulo, Once upon a time in Nazi-occupied France, pero adoptó el mismo nombre que la cinta de Castellari para rendirle homenaje. Resulta que las tres películas (la de Aldrich, la de Castellari y la de Tarantino) narran exactamente la misma historia: las peripecias de un escuadrón americano gamberro que vive divirtiéndose matando soldados nazis.

La selección musical en esta ocasión danza con piezas de la época, Morricone como gran protagonista, al calor de compositores de productos de serie B y algún tema de rock que desentona en la ambientación de los años cuarenta como «Slaughter» de Billy Preston o «Putting out the fire» de David Bowie.

El estilo de la película se balancea entre el pulp de Pulp Fiction y la violencia injustificada y comiquera del primer volumen de Kill Bill. Los bastardos cortan la cabellera de los soldados nazis como si fueran indios apaches, el Oso Judío batea como si fuera una pelota de béisbol sus cabezas, Shoshanna decide quemar su querido cine con tal de consumar su venganza, Eli Roth desfigura con una ráfaga de tiros de una MP-40 el rostro de Hitler… El imaginario de violencia alocada, subversiva y satírica de Tarantino alcanza su máximo esplendor cuando juega con la Historia en la Segunda Guerra Mundial.

Malditos Bastardos es la resurrección de Quentin Tarantino como amo y señor del diálogo y de la narrativa pulp que corre por sus venas. Es una película con un estilo maduro pero a la vez inconsciente y desenfrenado, con un pulso y pausa determinantes que la coronan como una de sus cintas con mejor ritmo. La alteración del trasfondo histórico resulta más adecuado que si se hubiera ceñido a los hechos reales, y es que los personajes y el universo de Tarantino están alejados pero paralelamente relacionados con nuestro mundo real. Brad Pitt y Daniel Brühl cuentan en esta película con uno de sus mejores papeles en sus respectivas carreras, extensible a Waltz, que en la siguiente película repetirá con el director para dar vida al cazarrecompensas King Schultz en Django Unchained, segundo personaje con Tarantino, segunda nominación de la Academia y segundo Óscar a la vitrina para el austriaco.

Nota: 10

Presupuesto: 70.000.000 $

Recaudación: 321.500.000 $ (Mundial)

Escena icónica: Los tres bastardos infiltrados mostrando su pésimo dominio del italiano ante la burla sistemática del coronel Hans Landa.

Una frase: “I think this just might be my masterpiece.