Crítica – ‘Nahuel’

Título original: Nahuel

Año: 2017

Duración: 110 min.

País: Argentina

Dirección: Natalia Garagiola

Guion: Natalia Garagiola

Música: Juan Tobal

Fotografía: Fernando Lockett

Reparto: Germán Palacios, Lautaro Bettoni, Boy Olmi, Rita Pauls, Pilar Benitez Vivart

Productora: Coproducción Argentina-Francia-Alemania; Rei Cine / Les films de l’etranger / Augenschein Filmproduktion / Gamechanger Films

Género: Drama

La ópera prima de un cineasta suele marcar el futuro de su carrera en algunas ocasiones, algunas pasan sin muchas ceremonias, pero otras llegan a considerarse obras maestras. Nahuel es el primer largometraje de Natalia Garagiola, que aborda la relación conflictiva entre un padre y un hijo.

Nahuel es un joven que, tras la muerte de su madre, se ve obligado a viajar al sur de Argentina para pasar unos días con su padre biológico, con el que apenas ha tenido relación. Su padre es cazador y ha formado una nueva familia, algo que hace enfurecer más a Nahuel y le hace percibir ese entorno familiar como algo hostil. El dolor de la pérdida de su madre, el sentimiento de abandono por parte de su padre biológico y su padrastro, y la rabia hacen de Nahuel una bomba a punto de estallar en cualquier momento.

Garagiola nos presenta un relato clásico que todos conocemos bastante bien, pero abordado de una forma inteligente y con una sensibilidad abrumadora. Es quizás la mirada femenina que construye esa relación masculina la que hace que Nahuel se salga un poco del molde habitual de estas películas.

El largometraje empieza mostrando una pelea entre Nahuel y otro joven. No sabremos hasta la mitad de la película lo que realmente sucede, lo que ha llevado a Nahuel a abandonar su vida acomodada en la capital para irse a un lugar frío y vivir en sus propias carnes la dureza de la vida en el sur. Se nos va dosificando poco a poco la información, pero podemos intuir por algunos detalles lo que ha llevado a Nahuel a comportarse de esa manera.

Nahuel
Fotograma de ‘Nahuel’

Y es que esta es una película de detalles, donde las miradas y los silencios cobran protagonismo. Son estos los que van completando la película, los que nos explican la agresividad de Nahuel con todos y, sobre todo, con su padre. Su madre ha muerto y esto lo ha llevado al límite, es un momento de dolor, de confusión sobre su presente y futuro, de reflexión sobre sus errores y las consecuencias de todas sus acciones. Nahuel es una persona agresiva, fría e incluso odiosa, pero, sin embargo, sufre en la intimidad y no sabe cómo afrontar la vida a partir de ahora. Todo esto lo llevan a una vorágine de odio, frustración y miedo que se manifiesta en forma de descontrol y violencia.

La dirección de fotografía de Fernando Lockett es sencillamente magnífica, ya que resalta esa gran diferencia entre la vida que llevaba Nahuel en Buenos Aires y la que lleva en el sur de Argentina. Pasa de mostrarnos un lugar cálido y cómodo a unos preciosos paisajes helados del sur, un ambiente tan frío y duro que refleja a la perfección la relación entre
Nahuel y su padre biológico, Ernesto. Al igual que la ambientación, la frialdad con la que se tratan resulta incómoda, todo tipo de contacto entre ellos, tanto físico como verbal, es tan violento como el viento de la Patagonia.

Son hombres de pocas palabras rodeados de un ambiente de violencia contenida, ya sea por las armas que hay en su casa o por las salidas para cazar. Y es que, pese a que Nahuel reniega de su padre y se enfada cuando lo comparan con él, ambos son muy parecidos: representan la masculinidad más tosca donde no hay lugar para los sentimientos y las palabras, tan solo hay cabida para los golpes, los insultos y la hostilidad como forma de comunicación.

Es importante destacar las actuaciones. Aunque Lautaro Bettoni (Nahuel) hace un buen papel en su debut, pero no hay que olvidarse de la gran interpretación de Germán Palacios (Ernesto): un padre que no tiene ganas ni paciencia para lidiar con un hijo al que abandonó, pero que transmite miles de emociones con tan solo una mirada o con pequeños gestos con los que trata de calmar a un hijo que apenas conoce.

Nahuel
Fotograma de ‘Nahuel’

En cuanto a los actores secundarios, Boy Olmi (Bautista, padrastro de Nahuel) no se queda atrás en su papel de padrastro sensible que sufre la pérdida de su esposa e intenta apoyar a su hijastro. Además de las brillantes interpretaciones, juega un papel crucial la colocación de la cámara que se encuentra en todo momento en el lugar adecuado para no perder ningún detalle. Esas tres miradas azules chocan, son capaces de contar historias por sí solas, nos muestran el remordimiento, el dolor, el sufrimiento… y eso es lo maravilloso de esta película.

Mientras que parece que la relación de Nahuel y Ernesto va mejorando a base de actos, que no de palabras, ambos intentan entenderse. Poco a poco se va abriendo paso en esa coraza tan dura que ambos han formado sobre sí, para abordar sus sentimientos, para hablar y, sobre todo, escuchar.

Natalia Garagiola no solo se encarga de la dirección, sino también del guión. Como dije antes, se va dosificando la información para no contar todo de golpe, sin embargo, esto a veces se hace muy pesado en algunas partes de la película. Otra pega es el uso de la cámara en mano que en algunas ocasiones es tan excesivo que llega a molestar.

En definitiva, Nahuel es una película que habla sobre el dolor de una pérdida, sobre el desconcierto ante la vida y cómo la afrontamos tras un suceso traumático, que va cociéndose a fuego lento hasta el momento de redención. No es perfecta, aquellos elementos que la caracterizan en algunos momentos se vuelven en su contra, pero es una ópera prima bastante digna que no hay que pasar por alto. En su debut, Natalia Garagiola ha dotado de personalidad un relato clásico donde ha sabido llevar al pie de la letra la frase de “una mirada vale más que mil palabras”.

Lo mejor: las actuaciones y la dirección de fotografía.

Lo peor: el tempo lento puede hacerse en algunas partes de la trama muy pesado y el uso excesivo de la cámara en mano.

Nota: 7/10.