Crítica – ‘Chavalas’

Título original: Chavalas

Año: 2021

País: España

Duración: 91 min.

Dirección: Carol Rodríguez Colás

Guion: Marina Rodríguez Colás

Fotografía: Juan Carlos Lausín

Música: Frances Gener, Claudia Torrente

Reparto: Vicky Luengo, Carolina Yuste, Elisabet Casanovas, Ángela Cervantes, Ana Fernánndez, José Mota, Mario Zorrilla…

Productora: Balance Media Entertainment

Distribuidora: Sherlock Films, A Contracorriente Films

Ficha completa en FilmAffinity

Descuidadas

En El arte de volver (2020) Pedro Collantes abordaba con delicadeza el forzado regreso del exilio de Noemí, una joven cansada de perseguir un sueño que parecía ser inalcanzable. En apenas unos días, la protagonista acudía a todos aquellos lugares y personas de su infancia mientras buscaba las respuestas en todo lo que un día formó parte de su rutina. Con una aparente sencillez e imágenes sutiles pero certeras -como la del tronco retorcido o el coche calado-, la ópera prima de Collantes era capaz de transmitir una sensación de profunda melancolía que terminaban de provocar los ojos acristalados de Macarena García. Y aunque Chavalas parte de una preocupación común -la vuelta al origen tras el fracaso o la no consecución del éxito personal-, en esta ocasión el debut de Carol Rodríguez Colás no obtiene un resultado satisfactorio. Se centra tanto en el tema, en un intento de inscripción en cierto cine social, que descuida e ignora las herramientas que puede ofrecerle el medio. Algo irónico en una película que pretende hablar de la expresión artística como medio y método para la introspección y la definición de la identidad personal.


Chavalas no termina de encontrar su tono, aspecto al que la banda sonora, entre pintoresca y cómica, no ayuda en absoluto con sus esporádicas y aleatorias apariciones. No queda claro si la intención de la cineasta con ese tipo de decisiones formales es la de acercarse a un lastre generacional -como es la precariedad laboral y la diferencia de clases- desde una aparente ligereza para atrapar al espectador de manera cálida o si se debe a cierta pereza estética. Las escenas grupales están planteadas de tal forma que las transiciones de planos conjuntos a primeros planos se hacen bruscas y agresivas de la misma forma que los diálogos enfatizan su condición artificial. Contra esto luchan encarnizadamente las actuaciones de cuatro maravillosas actrices -sobre todo Vicky Luengo y Carolina Yuste-, pero pierden la batalla cuando los conflictos personales se resuelven al mismo tiempo que se inician. Las cuatro amigas -muy lejos de las amistades corales de títulos como La inocencia (Lucía Alemany, 2019) o Las niñas (Pilar Palomero, 2020) – quedan completamente descuidadas. No hay lugar ni calma para la reflexión en una película que parece correr sin freno hacia un final resuelto e improbable.


Y, al final, resulta que Chavalas termina siendo lo que su portada promete. No hay más en su interior que cierta oda a las amistades de toda la vida, pero siempre vistas desde una óptica sensiblera. La cineasta no se adentra en las verdaderas problemáticas y contradicciones que experimenta una joven que espera de su futuro algo mejor mientras se rodea de sus amigas de la infancia en el bar de su barrio. Sentada -estancada- en sillas de plástico de verbena. Ni tampoco en los deseos y anhelos de unas chicas ya no tan jóvenes que se ven obligadas a ver el banco donde crecieron diariamente sin tener mucho más de lo que tenían entonces. Y es esa sensación tan urgente y actual, tan tristemente compartida y conocida, que no reconocerla en un país como el nuestro es lo peor que podría decirse de la película.

Lo mejor: la actuación de unas actrices que con su naturalidad luchan contra diálogos artificiosos

Lo peor: la pereza estética

Nota: 4/10