‘Adam’: una pastelería en Casablanca

Título original: Adam

Año: 2019

Duración: 98 min.

País: Marruecos

Dirección: Maryam Touzani

Guion: Maryam Touzani, Nabil Ayouch

Fotografía: Virginie Surdej

Reparto: Lubna Azabal, Nisrine Erradi, Douae Belkhaouda, Aziz Hattab, Hasnaa Tamtaoui.

Productora: Coproducción Marruecos-Francia-Bélgica; Ali n’ Productions, Les films du nouveau monde, Artemis Films

Género: Drama

Ficha en Filmaffinity 

Al cruzarme con un filme como Adam, he decidido escucharlo y darle sitio. Si algo hace digno a una película elegida para Un Certain Regard, es que Maryam Touzani presente una película hecha para mujeres marroquíes aunque a mí también me pueda gustar, y que nos transporte a los sentimientos vívidos de otra persona. 

De un lado, me gusta su breve planteamiento. Abla, una repostera de corazón pétreo que vive sola con su hija, debe decidir si acoge a Samia, joven y embarazada, a pesar del qué dirán.

Samia (Nasirin Erradi) al principio de la película.
Samia es una joven embarazada sin casa ni trabajo.

Pienso en las cosas que la película me fuerza a adivinar como extranjero: si una mujer debería salir a la calle en Casablanca de noche, la posición que ocupa en el mundo una mujer sola y con hijos, el semejante pecado que es (y ha sido para nosotros también) concebir fuera del matrimonio… No olvidamos la premisa de Sofia (2018), la alta prevalencia del Trastorno de Negación del Embarazo en Marruecos debido a los embarazos no deseados. En Sofia Lubna Azabal representaba la imagen de la decencia, progresismo y misericordia de la clase alta. En Adam, representa a Abla, un papel igualmente ennoblecido por la decencia. 

Pero además ese contexto de la decenica es reapropiado. Si los problemas de estas chicas implicaron alguna vez a un hombre, eso no es importante. Reclamamos el embarazo o el luto como un proceso íntimo, y poco a poco nos liberamos para observar nuestra propia relación con estos procesos. 

La directora se rodea de puestos de responsabilidad femeninos, destacando por ejemplo la directora de fotografía Virginie Sundej o la decoradora Pilar Peredo. El equipo conoce esa sensibilidad doméstica, del espacio tradicionalmente relegado a la mujer, poniendo un interés por la cocina y especialmente la repostería, llevándonos a pensar en películas culinarias como puede ser Una Pastelería en Tokio. Por eso la concepción feminista de este filme es modernísima para su contexto, incluso a nivel Europeo.

Si tomamos por protagonista a Abla y no a Samia (cuyo conflicto es el embarazo), el clímax de esta película es la absoluta cotidianidad ya comentada. En una película tan depurada narrativamente, ver a un personaje recuperar su felicidad paulatinamente es una gran recompensa en sí misma. Abrazamos por minutos la feel-good movie. Estos momentos hacen valer la moral humanista que es la hospitalidad, el tema central de la película, una empatía que empieza en el otro y termina por entenderse a uno mismo.

Se mantiene interesante por el cambio constante de valores dramáticos, o dicho de otra manera, por ese cortejo de acercamiento constante entre dos personajes que deben entenderse. Accidentalmente o no, en un par de escenas ese cortejo llega a un confuso y chocante innuendo lésbico. 

Es un filme bonito, bien dirigido, sencillo a la par que profundo y de mantenido interés.  

Lo mejor: El logrado personaje de Lubna Azabal (Abla), tanto a nivel físico como psicológico.

Lo peor: La película parece desviarse mucho del pretendido tema de la maternidad.

Nota: 7/10