Los videojuegos al servicio del cine

 

Hace algunas semanas se estrenó el tráiler de la nueva versión de Tomb Raider, junto a varios posters. Es curioso observar como esta promoción ha suscitado más risas que expectación. Y es que parece que muchos fans se han cebado con el cuello de la pobre Alicia Vikander, realizando memes a mansalva desde la salida del poster. Con el tráiler pues… más de lo mismo. La premisa de la película parece muy simple: hay que aprovechar el tirón que está teniendo ahora este videojuego. No parece una tendencia novedosa ya que son varios los experimentos que se han visto en pantalla con respecto a los juegos. Hagamos un repaso.

Podríamos empezar hablando de la primera versión de Lara Croft en el cine. Protagonizada por Angelina Jolie, la película tenía importantes dosis de acción y aventura que, al menos en un primer momento, lograron satisfacer al gran público. Incluso algunos consideran que la segunda parte fue algo mejor, pero en taquilla las cifras cayeron en picado por lo que la tercera parte se canceló.

Si existe una saga prácticamente inmortal tanto en el cine como en los videojuegos esa es Resident Evil. Sin embargo, ambas iban por caminos muy diferentes. Las entregas de consola apostaban por el terror a partir de la supervivencia (al menos, en los primeros juegos). El primer Resident Evil de Playstation One revolucionó lo que había sido el terror hasta ese momento, la sensación de angustia y de suspense a cada instante que pasaba. Los dos juegos que le sucedieron aportaron novedades a una fórmula muy bien establecida que poco a poco fue cambiando hacia la acción. En el cine, por otra parte, las ideas eran otras. Paul W.S. Anderson dirigió una primera película que tuvo un importante éxito, pero que se basaba en gran medida en varios personajes pegando tiros a zombies. Simple y llanamente. El componente de terror y de supervivencia se obviaba para entregar un producto que, si bien es entretenido, deja de lado en gran medida la profundidad del original. Y así ha sido a lo largo de la saga, con unos personajes que cada vez tenían más poder para vencer a los muertos vivientes. Para más inri, los videojuegos parecen haberse contagiado de esta tendencia en el cine y han echado por tierra muchos de sus atractivos. Menos mal que la séptima entrega ha arreglado en parte la situación.

 

Luego tenemos “inventos” extraños como Doom, que ya desde el propio protagonista, Dwayne Johnson, trataba de reflejar el desenfreno característico del videojuego, o algunas experiencias olvidables como Dead or Alive (aunque la versión jugable tampoco es que este muy allá). Pero en lo que respecta a películas malas sobre videojuegos, Alone in the Dark de Uwe Boll se lleva la palma. Bien es cierto que ya el juego ha ido a peor, pero la primera entrega resultaba entretenida. La película, como no podía ser de otro modo, fue un desastre tanto en crítica como en taquilla pero aun así tuvieron el valor de hacer una secuela.

Aunque no todo es malo. Tenemos dos ejemplos que ayudan a paliar un poco el temporal, haciendo un merecido homenaje a sus obras originales. En primer lugar está Silent Hill. El videojuego es bastante más cerebral, con un toque muy pesimista y con un terror muy particular, elementos que la película no termina de asimilar de forma natural. Sin embargo, es una buena adaptación con respecto al ambiente y posee algunas figuras características del videojuego como Pyramid Head. Se podría tildar de fanservice, pero en cierto modo la película trata de aportar algo propio al rico universo que es Silent Hill. Por otra parte, tenemos la adaptación de Prince of Persia. La versión aparecida en Playstation 2 cambio la perspectiva que se tenía sobre las aventuras y acabo influyendo a grandes obras contemporáneas como Assassin’s Creed. La película rebaja el tono hacía un público algo más infantil, pero a cambio nos regala algunas escenas de acción trepidantes y de mucho dinamismo. Además, el reparto es muy completo, con un Jake Gyllenhaal que se mueve como pez en el agua.

Las dos últimas versiones aparecidas el año pasado son Warcraft y Assassin’s Creed. La primera es una película de acción y aventuras basada en el videojuego cooperativo de fantasía. Aquí si se ve un claro desvío hacia el fanservice más absoluto, tratando de comenzar una trama que busca alargarse en varias secuelas. Aun así, la película es muy plana, con un exceso digital constante y con unos personajes bastante intrascendentes. Assassin’s Creed es algo más compleja de valorar. Su fuente fue uno de los grandes juegos de la pasada generación y aunque ahora se ha venido un tanto abajo, sus principios son de lo más atractivos. Por ello, la expectación en cuanto a la película era muy alta. No obstante, posee fallos de gran calibre, como algunas escenas de acción mal rodadas y molestas de visualizar. La historia pega varios bandazos y técnicamente no es lo mejor del mundo. Logra mantener el interés por lo novedoso que puede parecer en un primer momento pero pronto se desvanece incluso para los fans más acérrimos.

 

Y hasta aquí este repaso. Tras Tomb Raider, llegará Uncharted e incluso The Last of Us, dos de los mejores juegos en los últimos años. Esperemos que estas nuevas adaptaciones sienten las bases para que los videojuegos sean valorados en el cine tal y como se merecen.