¿Por qué el cine de terror actual me da risa?

Disclaimer: Todo todo, tampoco. Hay películas que están muy bien y las trataré a continuación.

Trocotró. Directo a la frente. ¿Qué le pasa al cine de terror de estos últimos años? ¿Por qué cuando voy a ver una película que alguien ha pretendido venderme como la mayor experiencia de miedo, creo que me he confundido con una comedia? Habría que analizar brevemente la concepción de terror frente al horror y qué técnicas se utilizan en exceso para intentar provocarlo.

Según las definiciones de ambos términos, en el “terror” va implícito un miedo intenso a peligros imaginados o futuros, mientras que el “horror” denota conmoción o pavor. El segundo se ve más relacionado con amenazas que pueden sufrir otros individuos en contraposición a los de uno mismo, y en el cine juega con una dualidad de repulsión-atracción más que con la sensación de miedo, que queda en un segundo plano. ¿Deberíamos considerar entonces el horror como una emoción? No, porque a la hora de experimentarlo no existe reacción de movimiento alguno, y esa es otra de las principales diferencias con el terror: al pasar por un suceso terrorífico nuestra primera reacción será la de huida, en mayor o menor medida. Esto puede ir desde taparnos los ojos o mirar a otro lado, hasta salir corriendo por salvar nuestras vidas.

Ni mijita de terror, oiga.
Ni mijita de terror, oiga.

No sé si conocéis a Howard Phillips Lovecraft (1890-1937), el impulsor del género literario del horror cósmico o cosmicismo. En sus cuentos crea una atmósfera agobiante, con peligros y amenazas indescriptibles en muchos casos, y juega con ese elemento para poder impulsar el horror como afección mental. Tememos por la vida del protagonista de La sombra sobre Innsmouth (1936) porque lo que Lovecraft describe nos provoca esa repulsión que menciono antes, pero debido a la atracción e inmersión en la historia, nos es imposible salir de ahí hasta que termine. Este horror podría conducir a experimentar el terror si nos pusiéramos en la piel del personaje de forma imaginada, ¿qué pasaría si me persiguiesen unos seres horrorosos como los Profundos para poner punto final a mi vida?

Pues en el cine el recurso más utilizado es el que probablemente se os habrá venido a la cabeza a más de uno: el jumpscare. Eso de hacer un fade out con la música y “cuando menos te lo esperes” (entre comillas, porque se ven venir de lejos), susto con el volumen de un grito/efecto sonoro a todo trapo. Muchas veces, nos encontramos con casos de directores que se molestan muy poco en crear una buena atmósfera que horrorice, en un primer término, para que posteriormente nos sintamos atacados con el momento terrorífico de verdad, y se ven más preocupados por ver en qué momentos del metraje colocan los jumpscares.

Pero no me malinterpretéis, no es una técnica que siempre me moleste, me incomoda cuando se utiliza en demasía porque suele sacarme completamente de la atmósfera y eso no le conviene a una buena historia, porque la empeora, aunque sea un poco. Un ejemplo de ello es lo que ocurría en La Cumbre Escarlata (Guillermo del Toro, 2015), que había un entorno preciosista pero atemorizante al mismo tiempo (recordad, repulsión-atracción), pero que quedaba destrozado al intentar aterrorizar al espectador con sustos de este estilo. Y encima es que ni siquiera pretende ser una película de terror al uso.

O bueno, ahí tenemos la que en su día denominé como la Ocho Apellidos Vascos (Emilio Martínez-Lázaro, 2014) del terror, Expediente Warren (James Wan, 2013), que pone tantísimo empeño en asustar con jumpscares facilones y en hacer una especie de recopilación de todos los clichés del género que más que miedo, provoca risa. Pero de verdad, hay momentos en los que es imposible no reírse de lo ridículos que son, y lo peor es que la gente se lo traga tan tranquilamente, sin hacer una valoración un poquito más exhaustiva.

"¿Dani Rovira otra vez? ¡Noooooo!"
«¿Dani Rovira otra vez? ¡Noooooo!»

Decía al principio del artículo que sí hay películas que no son malas y sí provocan sensación de agobio, horror y terror, en todas sus posibles combinaciones. Frente a la Ocho Apellidos Vascos del terror tenemos estupendas películas como It Follows (David Robert Mitchell, 2014) y The Babadook (Jennifer Kent, 2014), ambas creando una atmósfera con la que hasta podemos vernos más identificados porque son historias más cercanas de algún modo, y que dejan caer su importancia en miedos psicológicos que todos hemos tenido alguna vez: algo que nos sigue y no sabemos qué es, de dónde viene, ni sus motivaciones y que encima se puede relacionar con las ETS, y el monstruo de debajo de la cama que incluso a algunos nos hace no dejar los pies por fuera de ella aún siendo adultos.

Espero que si habéis llegado hasta aquí, intentéis ver el cine de terror de otra forma o consideréis si de verdad lo que aparece os da miedo de verdad, o simplemente es un recurso fácil que puede sacaros de la película. Por si las moscas, seguiré mirando bajo mi cama antes de acostarme.