‘Merlí’, ¿dónde estás?

Una de las perlas de la ficción catalana de los últimos años está en horas bajas. ‘Merlí’ ha vuelto a la pequeña pantalla para narrar el último semestre de los Peripatéticos en Bachillerato. La serie se esperaba con gran expectación, pero la ficción creada por Héctor Lozano no está responiendo a tales expectativas. Pero sin duda, tras dos años de darnos un enfoque distinto a las series teóricamente juveniles que se desarrollan en un instituto, merece el beneficio de la duda y el crédito que en 10 capítulos, es capaz de enderezar la situación.

Es difícil definir un hecho objetivo sobre lo qué le está pasando a Merlí, aunque gran parte del público, y así lo expresa en redes sociales, considera que a Merlí le falta parte de su esencia. Personalmente, también creo que este es uno de los problemas de este inicio de temporada, y es que es difícil reconocer la serie. La filosofía, una de sus características diferenciadoras, ha perdido peso. Si antes era la ‘excusa’ para hilar la trama del capítulo ahora es al revés, es el capítulo el qué sirve de excusa para hablar de filosofía. Una clase de filosofía que ocupa muy pocos minutos de episodios y que cae fácilmente en el olvido a final del capítulo.

Si la filosofía pasa a un tercer plano, Merlí se resiente. En instantes, llega a recordar demasiado al estigma de ‘sólo relaciones amorosas’ de otras ficciones y sinceramente, de estas tenemos a montones. Merlí puede dar más, aunque de momento no lo esté haciendo. Por desgracia, los episodios aún son poco coherentes con ellos mismos y inconexos con los otros, aunque esto promete cambiar pronto. Aunque sí que estamos viviendo cierres de tramas capitulares algo precipitado, cosa que al ojo del espectador puede llegar a ser molesto. ¿Dónde están esas tramas que vivíamos al largo de toda la temporada, con su protagonismo en determinados capítulos y una evolución?

La relación entre Pol y Tània (Elisabet Casanovas) trasla marcha de Bruno, es uno de los principales atractivos de la temporada

Otro punto flaco es que durante la presentación de la temporada, antes de emitirla, se prometieron tramas más adultas y oscuras que aún están por ver. Des de mi punto de vista, cada vez son más infantiles, en especial, por cómo están guionizadas. La rebeldía de Joan (Albert Baró), la aparición del padre de Marc (Adrian Grösser) o la ‘nueva vida’ de Pol (Carlos Cuevas) como camello. Las tres son buenas ideas, pero su ejecución se está quedando corta, con minutos descompensados en pantalla y con una evolución menos construida que en temporadas anteriores, aunque, todo debe ser dicho, recién llevamos cuatro capítulos. Des de mi crítica, también pido paciencia para una serie que nos ha demostrado mucho más.

Además, hay que decir, que personalmente, cada vez cuesta más identificarse con algunos personajes. Estos tiene nombre propio. Joan y Gerard (Marcos Franz) tienen unos guiones algo forzados y el segundo, aún no ha encontrado su sitio en la temporada lejos de ser el amigo de Joan. Y Joan, ese personaje tan querido en la primera temporada, ha entrado ahora en una etapa más que rebelde – trama que me parece acertada – pero ejecutada con demasiada exageración y a veces, sobreactuación. Merlí (Francesc Orella), el protagonista de la serie también está perdiendo su esencia. No por su carácter, que con la marcha de Bruno (David Solans) ha cambiado, si no por la poca presencia de la filosofía, que le dan menos protagonismo y le quitan el papel de ‘mentor’ que tenía; como también se lo quita Silvana (Carlota Olcina), la nueva profesora de Historia, su nueva competidora que de momento se ha dedicado tan sólo a esto, competir con él.

Pero aunque no esté en su mejor momento, Merlí tiene capacidad para mejorar y volver al mejor nivel. Todas las series tienen sus momentos, pero conociendo el background de Merlí, es capaz de encontrarse a sí misma. Su próxima oportunidad, mañana a las 21.55 de la noche, con el quinto capítulo de su última temporada, «Hannah Arendt».