‘Fargo’ y el resistente frío de Minnesota

Fargo se la jugaba con esta recién finalizada temporada. Suelen ser un peligro las terceras temporadas, donde se obliga a reinventar la fórmula a la vez que mantener la esencia de los ingenuos comienzos de la historia. El hielo de la criminal y esperpéntica Minnesota que inició sus andaduras allá por 2014 corría el grave riesgo de derretirse por completo tres años después.

Para evitar tamaña tragedia se optó por configurar uno de los repartos más interesantes y carismáticos de que se ha podido ver en este año televisivo, entrelazados en una historia al más puro estilo Fargo ,  mientras que se encontró salida a la ya mencionada crisis de la tercera temporada con una buena ración de inventiva técnica.

Ewan McGregor (por genial partida doble),  Carrie Coon, Michael Stuhlbarg, David Thewlis, Goran Bogdan, Andy Yu, y  Mary Elizabeth Winstead se pusieron frente a las cámaras y sobre las heladas explanadas de la Minnesota más atroz para dar vida a una historia con más luces que sombras.

La historia parte, como viene siendo habitual, de un ridículo, y en este caso de una absurda rivalidad entre dos hermanos (los dos McGregors). A partir de ahí, la trama se reproduce en incontables y vertiginosas bifurcaciones de traiciones, ambiciones y sangre; claro que todo pasado por el filtro de lo absurdo e increíble. Esto es Fargo.

De nuevo, pagan los ingenuos y los buenos, por pecar de malos y de fantoches, llevados por un orgullo que no les es propio, pero que sirve de desahogo ante una frustración profunda en cada personaje. Todos ellos enlazan a la perfección entre ellos, construyéndose relaciones creíbles, rebosantes de química. Justo debajo de estas líneas aparecen dos de los personajes que más muestran esto, conformando una pareja perfecta en pantalla.

Mención aparte merece el inolvidable el papel de David Thewlis, que deja atrás al entrañable profesor Lupin de Hogwarts para transformarse en V.M Vargas, un despreciable, misterioso y genial antagonista que puede mirar ya desafiante a los ojos de aquel mítico Lorne Malvo de la primera temporada. Fargo ha recuperado a su villano.

Con un tono más oscuro, una fotografía sombría (pero con magistrales momentos) y una banda sonora que consigue convertirse en auténtica protagonista  en más de una ocasión, esta nueva entrega de Fargo ha alcanzado un estilo propio, absorbente, a juego con una historia quizás más adulta y estable que las anteriores.

Como contrapartida, la misma historia presenta algunos tropiezos al abarcar, quizás, demasiadas tramas. Y si algunas escenas sobran, otras tantas, al igual que algunos personajes, quedan incompletos, cojos u olvidados. En ese sentido, los personajes secundarios, que no son pocos, sufren al lado de las grandes estrellas protagonistas, y quedan eclipsados en más de una ocasión, a pesar del prometedor papel con el que se les presentó.

Las comparativas son odiosas, pero, a la vez, morbosamente obligadas. Las audiencias en Estados Unidos reflejan un descenso significativo (aún no preocupante) , datos que pueden condicionar una futura renovación de la serie (a FX no le suele temblar el pulso a la hora de cancelar proyectos). Con el futuro en interrogante, sí se puede afirmar que la tercera temporada de Fargo ha rescatado gran parte del carisma característico que define a esta franquicia y que se había aflojado con una dubitativa segunda tanda de episodios. No, no alcanza la solidez de esa primera temporada, pero sí pisa con pie seguro sobre un hielo que se ha mantenido fuerte y estable, sin fisuras, en esa fría y teñida de roja Minnesota.