Crítica – ‘Matar a Dios’

Título original: Matar a Dios

Año: 2017

Duración: 90 min

País: España

Dirección: Albert Pintó y Caye Casas

Guion: Albert Pintó y Caye Casas

Música: Francesc Guzmán

Fotografía: Miquel Prohens

Dirección de arte: Cristina Borobia y Antoni Castells

Reparto: Itziar Castro, Eduardo Antuña, Boris Ruiz, David Pareja, Emilio Gavira

Productora: Alhena Production

Género: Comedia

Ha sido paloma, zarza ardiente, un señor de cabello y barba blancos e incluso un hippie alternativo con poderes curativos y tendencia a la empatía. Dios, Yahvé, Alá… Tiene muchos nombres, pero, en definitiva, no deja de ser ese jefazo todo poderoso que según varios millones de creyentes de todo el mundo nos creó a su imagen y semejanza. Sí, ese mismo. Ese señor tan peculiar y que tantas formas ha tenido a lo largo de la historia nos llega esta vez con la cara de un mendigo de apenas metro treinta de altura y unas maneras muy poco ortodoxas.

Se trata de Matar a Dios, cinta ganadora del Premio del Público en la última edición del Festival de Sitges, que cuenta como la nochevieja de Ana (Itziar Castro) y Carlos (Eduardo Antuña) en compañía del hermano y padre de este (David Pareja y Boris Ruiz) se ve arruinada con la llegada de un pequeño vagabundo enano y con muy mala leche (Emilio Gavira) que no solo dice ser Dios sino que además amenaza con acabar con la humanidad al día siguiente, dándoles a los cuatro protagonistas la oportunidad de elegir los nombres de las dos únicas personas que podrán salvarse. Esta comedia negra conforma el primer largometraje de sus directores, Albert Pintó y Caye Casas, después de una década enfocada especialmente al cortometraje.

Si bien es cierto que su reparto funciona a la perfección, a pesar de ciertos detalles que como espectador tiquismiquis me chirrían (¿cómo es posible que un padre catalán tenga un hijo con acento asturiano y otro con acento andaluz?), el conjunto de la narración no acaba de cuajar. Se trata de un film que se presenta voraz desde el primer minuto, con un tono que recuerda al Álex de la Iglesia más castizo, pero cuya premisa se acaba diluyendo en una trama algo torpe y floja. Su realización muy cuidada y su diseño de arte ciertamente destacable ayudan bastante, pero, al final, Matar a Dios gana más por su reflexión sobre los límites del ser humano que por su intento de refrescar el género.

En sus momentos más brillantes logra algo parecido a lo que hacía La comunidad (Álex de la Iglesia, 2000), aunque se queda corta en sus formas. Su final es redondo pero predecible, y sus altibajos narrativos le acaban afectando demasiado. Y es que, sea o no mortal, el señor todo poderoso, lo que está claro es que Matar a Dios es una película con mayores ambiciones de las que se puede permitir y, en definitiva, una obra interesante pero en ningún caso sobresaliente.

Lo mejor: Los diálogos, la fotografía y el diseño de arte.

Lo peor: Su falta de gracia y «bizarrismo» para ser una película vendida como «comedia negra».

Nota: 6,5/10.