Crítica – ‘Las perversiones de Livia (Black Angel)’

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Título original: Senso ’45

Año: 2002

País: Italia

Director: Tinto Brass

Guión: Tinto Brass

Fotografía: Massimo Di Venanzo, Daniele Nannuzzi

Reparto: Anna Galiena, Gabriel Garko, Franco Braciaroli, Antonio Salines, Simona Borini, Tinto Brass

Productora: Cine 2000

Género: Drama erótico

El erotismo en el cine es algo que debe tratarse con cuidado, puesto que si se muestra en su forma más explícita, puede ser que embarre por completo toda la carga dramática y significativa que de la que se quiere dotar a esas escenas. Esto es, justificarlas o no. Y eso es algo que a Tinto Brass no se le termina de dar muy bien en Black Angel. Está, de algún modo, obsesionado con ser todo lo transgresor, reivindicativo y explícito que pueda, y aquí se intenta apoyar en una especie de drama situado poco antes del final de la Segunda Guerra Mundial. ¿Funciona? Para nada.

Livia, la protagonista, fantasea con su amado teniente de las SS.
Livia, la protagonista, fantasea con su amado teniente de las SS.

Si bien no siempre es necesaria una justificación para este tipo de escenas (y ahí está la ola de cine extremo francés), en el caso de un drama como este, todo da la sensación de que es demasiado gratuito, que Brass está intentando llevar sus propias fantasías a la gran pantalla y darles el contexto histórico de opresión para disimular un poco, y todo escrito por el mismo en un guión con algunas líneas que parecen sacadas de una novela erótica del tres al cuarto: facilonas, llenas de topicazos, sin ninguna sustancia. ¿Recuerdan la típica teatralización de una película pornográfica con un fontanero y una mujer que va a cometer infidelidad, o el chiste de que tienen muy poco argumento? Pues básicamente es lo que Brass hace en esta cinta.

Todos estos aspectos están mostrados desde el punto de vista de la opresión a la que se ve sujeta la protagonista y su posterior liberación, esa rotura de cadenas que no le permiten ser quien realmente quiere ser. Por este tipo de motivos, el cine de Tinto Brass se considera feminista, aunque en esta obra en particular no da esa impresión, puesto que a pesar de que sale de su régimen particular de sometimiento con un marido que se interesa únicamente por él y por tener sexo con su esposa, se envuelve en otro en el que depende completamente de otro hombre y se debe a él como si no hubiera un mañana.

Son escasos los momentos en los que destaca, y esta es de las pocas imágenes que parecen trabajadas.
Son escasos los momentos en los que destaca, y esta es de las pocas imágenes que parecen trabajadas.

Es absolutamente inevitable compararla con el uso de otras escenas del mismo corte pero en otras películas, como puede ser en La vida de Adèle (Abdellatif Kechiche, 2013), o Shame (Steve McQueen, 2011). Ambas tratan también sobre el descubrimiento sexual de sus protagonistas, y aunque planteados desde perspectivas diferentes por completo, funcionan muy bien. En la primera, vemos como Adèle no sólo conoce a otra persona de su mismo sexo, sino que se conoce a sí misma, y todo va hilado con la trama de la evolución de la relación entre ella y Emma. En la segunda, Brandon pasa por un momento de inestabilidad emocional total y su condición de adicto al sexo se potencia de forma desmesurada. En la de Brass, incluso se pueden apreciar atisbos de simbolización, parece querer rodar planos de piernas femeninas una y otra vez (como el interés/filia de Tarantino por los pies de sus actrices), pero es que es imposible no pensar que se está viendo una fantasía masturbatoria de un señor mayor. Sólo está bien medido en sus últimos cuarenta minutos, con la sección en blanco y negro, el guión parece menos ridículo, y aunque previsible, parece menos gratuito que el resto de la película, en la que no pueden faltar movimientos torpes de cámara, interpretaciones que dan bastante risa, e incluso un Ennio Morricone en horas bajas que parecía estar más distraído viendo pechos que componiendo y dirigiendo una banda sonora que no sonara a película porno de los setenta.

Lo mejor: Que se acaba.

Lo peor: El querer dotar de profundidad a algo que parece sacado de una novela erótica chunga, y encima creerse que con dos horazas va a estar bien. Se hace insufrible.

Puntuación: 1/10