Crítica – ‘Corazón gigante’

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Título original: Fúsi (Virgin Mountain)

Año: 2015

Duración: 94 min

País: Islandia

Director: Dagur Kári

Guión: Dagur Kári

Fotografía: Rasmus Videbæk

Reparto: Gunnar Jónsson, Sigurjón Kjartansson, Arnar Jónsson, Ilmur Kristjánsdóttir,Margrét Helga Jóhannsdóttir, Franziska Una Dagsdóttir, Sigurður Karlsson

Productora: Nimbus Film Productions / RVK Studios

Género: Drama. Romance

Cuando cuentas una historia en una película, una de las máximas es contar mucho con poco. Prescindir de personajes que no aportan nada a la trama, cortar una línea de diálogo cuya ausencia pasa desapercibida o no usar cinco planos para algo que se puede contar en uno. Simplificar, llevar a lo sencillo la narración, es una máxima del cine que el director islandés Dagur Kári ha tenido presente en cada milímetro de una película que va en sintonía con su título: con algo muy pequeñito se puede hacer algo muy grande.

A Kári, quien también firma el guión, le bastan dos planos para que comprendamos a escala general y sin muchas dudas quién es Fúsi, el gigantón protagonista de esta historia, encarnado por Gunnar Jónsson. Y todo sin que nadie haya abierto la boca. Es un buen resumen de todo lo que vamos a ver después. Porque si algo tiene Corazón gigante es el cuidadísimo detalle por el propio detalle, por muy redundante que suene. Virgin Mountain no es una película que se regodee en nada más de lo estrictamente necesario.

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Fúsi con su principal pasatiempo, la recreación de batallas históricas de la Segunda Guerra Mundial.

Así, poco a poco, vamos conociendo a Fúsi, aparente hijo único de madre soltera, que vive aún con ella y recluido en una voluntaria burbuja aislado de la vida. Fúsi tiene la ingenuidad y la inocencia de un niño, a pesar de no serlo. Porque Fúsi tiene cerca de cuarenta. Y tampoco lo es mentalmente, si bien se siente cómodo dentro de ese mini mundo autoconstruido en el que la vida pasa para los demás, pero no para él. Hasta que, como a todos, nos llega ese chispazo del amor que destruye nuestros cimientos y nos obliga a salir de nuestra cueva. Ese tornado tiene el nombre de Sjöfn, una mujer a la que Fúsi conoce de casualidad y en la que encuentra no sólo su primera compañía femenina de su edad, sino algo más.

Cómo no puede ser de otra forma, Fúsi cede sin frenos ante los sentimientos, iniciando un recorrido que le obligará a dejar de ser el de antes. Y aquí es donde entra en juego la principal joya de la película que no es otra que la monumental interpretación de Gunnar Jónsson en el papel del solitario gigantón. Una actuación sutil, contenida, cuidada y tan a la altura del personaje que es imposible ver al actor tras la máscara de Fúsi. Jónsson hace una maravilla con el papel, dotando a la película de una veracidad que duele, y una empatía de la que es difícil escapar.

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Gunnar Jónsson e Ilmur Kristjánsdóttir, pareja de baile en ‘Corazón gigante’

A todo ello acompaña una banda sonora que refuerza la película maravillosamente en los momentos de silencio, que no son pocos. La música nos guía a través de los sentimientos de su retraído protagonista en los tiempos concretos en que se necesita. Como todo en esta película, la pizca justa de sal. No más, ni menos.

Corazón gigante no es un cuento de hadas, no es una oda a la utopía de un mundo mejor ni al amor. Es una buena película sobre la individualidad, el quiénes somos y el para quién o para quiénes somos, y por encima de todo es un ejemplo. Un retrato de todos aquellos «Fúsis» que vagan por la vida hasta encontrarse. Un retrato en el que es imposible no entrar.

Lo mejor: Fúsi y Gunnar Jónsson, o Gunnar Jónsson y Fúsi, porque no se entiende al uno sin el otro.

Lo peor: Quizás en algunos pocos momentos roce livianamente el surrealismo.

Nota: 7,5/10