¿Por qué ‘Big Little Lies’ es la miniserie del año?

HBO empezaba este año con una fuerte campaña publicitaria para vendernos esta miniserie que se convertía en una de las apuestas más fuertes de la cadena (quizás por el presupuesto invertido en el reparto de lujo entre el que se incluyen caras tan cinematográficas como Nicole Kidman, Reese Witherspoon, Alexander Skarsgård, Laura Dern o Shailene Woodley). La premisa con la que el canal vendía ‘Big Little Lies’ al espectador  era «una vida perfecta es una perfecta mentira». Y no puede haber mejor resumen para los apenas siete capítulos que constituyen la adaptación televisiva dirigida por Jean-Marc Vallée de la novela homónima de Liana Moriarty.

En la aparentemente tranquila comunidad costera de Monterrey en California se centra la trama de  ‘Big Little Lies’, más en concreto, en la convivencia entre un puñado de madres entregadas, matrimonios exitosos y niños adorables que residen en viviendas de lujo y van a un colegio que busca fomentar el igual trato entre todos los alumnos. Esta sociedad perfecta y superficial que idealiza el matrimonio, el sexo y la amistad se contrapone con la realidad de los problemas e inseguridades puertas adentro del hogar de los protagonistas. ‘Big Little Lies’ pretende mostrar que  la vida no es cómo se quiere aparentar y pronto a pronto Monterrey empezará a mostrar su verdadero ser gracias, en  parte, a la llegada de Jane Chapman (Shailene Woodley). Así la contraposición mentira/verdad, el contraste entre el drama y la comedia se convertirán en el eje central de la ficción: una constante de claroscuros, como en la vida misma.  Todo ese mundo útopico y correcto se chocará de bruces con la realidad en el punto cúlmen de este contraste, punto con el que se inicia y cierra ‘Big Little Lies’, y punto que servirá para mantener al espectador en vilo episodio tras episodio: un homicidio que tiene lugar durante una fiesta nocturna celebrada en el colegio con el fin de recaudar fondos. 

Este leit-motiv de una serie protagonizada por un grupo de mujeres y un misterio sin respuesta que tiene lugar en un vecindario aparentemente perfecto ha llevado a muchos a compararla con ‘Mujeres Desesperadas’. No obstante, poco tiene que ver con esta  ya que HBO rompe con todos los esquemas: no se trata de mujeres hablando de temas superficiales (como sus relaciones amorosas o sexuales) sino que profundiza en las tramas y los dramas de cada una de sus protagonistas, cuida los pequeños detalles (sobre todo la parte técnica, produciendo una serie de ritmo lento más similar al cine independiente que al dirigido al gran espectador), y las interpretaciones no están sobreactuadas. Además, el thriller policial, es tan sólo la cáscara de la historia, la excusa que sirve para armar la radiografía social de Monterrey y destapar la realidad escondida bajo el brillo de las lujosas mansiones frente a la costa: matrimonios infelices, violaciones, acoso escolar, infidelidades, violencia de género, etc. Temas muy crudos pero de plena actualidad  y tratados con la sensibilidad y el punto de realidad adecuados para hacerlos más creíbles y cercanos al espectador, tanto femenino como masculino.

Pero, la serie ha demostrado que el McGuffin hitchcockiano aún sigue siendo un buen elemento narrativo. Conseguir que aún en el séptimo capítulo  el espectador siga teorizando y dudando acerca de quién será el asesin@ y cuales serán los motivos que llevarán a cometer dicho crimen es algo bastante complicado de conseguir así que ¡chapeau! en ese sentido. Además el hecho de no darnos a conocer la identidad de la victima hasta este último episodio es una técnica de suspense adecuada para mantener la tensión durante todo el desarrollo de la serie.

Por otra parte, aunque todo el reparto es digno de mención y de que la Academia de Televisión los tenga en consideración a la hora de repartir nominaciones y premios este año, para no alargar de más esta critica tan solo mencionaré lo más sorprendente del mismo: por un lado, el gran potencial artístico del reparto infantil  en su conjunto, cuyas actuaciones e intervenciones, al contrario de lo que se podría esperar, no resultan para nada forzadas. Por otro lado, la joya de la corona de esta serie, es decir, Nicole Kidman, la cual interpreta a Celeste, una mujer atrapada en un matrimonio violento, lleno de abusos de poder, psicológicos y físicos. El personaje de Celeste evoluciona de la negación al empoderamiento, apostando por si misma y por salir de ese ambiente hostil. Nicole está tan acertada en su papel que ayuda a dar una esperanza a todas aquellas mujeres que se encuentren en una situación similar para ver siempre existe una vía de escape y concienciar a muchos espectadores acerca de que  la violencia doméstica no es visible en muchos casos. 

 

Por último destacar la espléndida banda sonora de la ficción. El gusto musical de la pequeña Chloe, hace que sea inevitable que muchas veces el espectador se vea tentado a coger su móvil para usar Shazam. Y es que ya en la novela original el paladar musical de los personajes tenía una presencia importante, pero en la televisión HBO ha sabido explotar este ingrediente mucho mejor. Desde las inevitables referencias a David Bowie (el pequeño Ziggy) o la intro de Michael Kiwanuka con su Cold little heart hasta los diversos temas que la ecléctica Chloe nos va descubriendo o las alusiones a Elvis Presley, son muchas las canciones que pueblan el universo de ‘Big Little Lies’. La música complementa y avanza la historia. No es secundaria, envía un mensaje y tiene un papel esencial subrayando el drama interior de los protagonistas. Esto se nota sobre todo en el caso de Jane, cuando sale a correr con su reproductor de música para intentar escapar de su trauma.

 

Lo mejor: El tratamiento tan cercano y realista de la violencia de género.

Lo peor: Que su excelente final haya dejado tan buen sabor de boca que el director se haya negado por rotundo a realizar una segunda temporada.

Nota: 9/10